En paralelo al artículo anterior, en que analizabamos las actividades humanas más relevantes durante los años de paz que hay hasta la Tercera Guerra, otras fuerzas se movilizaban. Los orcos, vencidos, vivían escondidos o en cautiverio. Pero ni unos ni los otros querían continuar con esa vida, por lo que la acción era inevitable.
Azeroth: hogar de los orcos
Ya después de la Segunda Guerra, un buen número de orcos habían establecido su hogar en algún lugar de los Reinos del Este. Los primeros fueron los que componían el clan Lobo Gélido, exiliado tiempo atrás y que se habían establecido en las frías montañas de Alterac sin ser detectados. En las tierras de los Enanos se asentaron aquellos que sobrevivieron al ataque de Grim Batol; hasta el día de hoy, han mantenido una lucha constante contra los Martillo Salvaje. Finalmente, y en el sur del continente, restan los orcos de la montaña Roca Negra, supervivientes de la gran batalla que tuvo lugar contra la Alianza; también es verdad que una parte de este clan vivía mucho más lejos, en Lordaeron.
A ellos hay que sumar otros dos grupos. Primero, todos aquellos que fueron capturados a lo largo del tiempo y encerrados en los Campos de Internamiento. Segundo, la marea de orcos que atraviesa el Portal Oscuro a marchas forzadas, huyendo de la explosión de Draenor. Entre ellos estaba Grommash Grito Infernal y su clan Grito de Guerra, quienes se desplazaron hasta Lordaeron y se escondieron, como los demás.
Azeroth se convirtió para todos ellos un nuevo hogar, tanto si les gustaba como si no, puesto que el Portal Oscuro se había cerrado y nadie conocía el método para abrirlo, sin contar con que no existía entre su raza alguien lo suficientemente poderoso. Los que consiguieron conservar su libertad intentaron llevar una vida lo más tranquila posible, sobre todo sin enfadar mucho a los humanos, puesto que una respuesta militar organizada era una derrota asegurada.
Por supuesto, los Lobo Gélido fueron los primeros en instalarse en Azeroth y podría decirse que Thrall es el primer nacimiento de unos orcos que se consideran parte del planeta. Su principal chamán, Drek’thar, fue el primero entre su raza en regresar al chamanismo; estuvo muy contento que los elementos le respondieran finalmente después de todo lo sucedido. Haciendo uso de sus habilidades, llegó a un acuerdo con el espíritu del Lobo y estos animales se convirtieron en parte esencial de su sociedad.
El Señor de los Clanes
En algún momento entre la el inicio de la Primera Guerra y el final de la Segunda morían los padres de Thrall: Durotan y Draka. Thrall, todavía un bebé, fue dejado con vida por los asesinos, leales a Gul’dan, porque creyeron que sería fácilmente eliminado por las bestias carnívoras de los alrededores. No contaron con que llegaría a sobrevivir.
Los llantos de Thrall llamaron la atención de un grupo de humanos. Se trataba de Aedelas Lodonegro, señor de Durnholde y cabeza de todos los Campos de Internamiento existentes. Rápidamente Aedelas vió una gran oportunidad en ese bebé y prohibió hacerle daño alguno; todo al contrario, fue llevado a Durnholde en dónde recibió un trato especial. Lodonegro esperaba hacer de Thrall un ser excepcional y el comandante de sus fuerzas personales. El orco debía aprender diferentes técnicas de lucha humanas siendo un gladiador, algo que se complementaría con el uso de la enorme fuerza física característica de un orco; pero además, debía pensar como un humano y entender de lógica y estrategia. Thrall es pues, el resultado de la unión de las dos razas opuestas.
Pero Lodonegro era demasiado exigente y su mascota favorita finalmente quiso escapar. Una humana, Taretha, entendió que los monstruos verdaderos eran los humanos, que se comportaban cruelmente con los esclavos. Habiendo conocido a Thrall desde que era un bebé, le ayudó a escapar creando una distracción. También le ofreció un mapa y comida para el viaje.
De esta manera, Thrall emprendió un viaje para conocer a su pueblo. Y será poco tiempo después que encontrará a otros orcos en libertad: miembros del clan Grito de Guerra. Sin embargo, al haber estado toda su vida alejado de cualquier otro miembro de su raza, no conocía la lengua natal de los orcos; al intentar comunicarse con ellos en idioma común, fue considerado un traidor al servicio de los humanos y llevado a la fuerza hasta su base. Lo único que él quería era conocer a Grito Infernal, del que había oído hablar, pero creían que era peligroso y no fue fácil.
Después de negarse a matar fríamente a un niño humano que habían capturado, Grommash apareció justo a tiempo para evitar su ejecución. Le había impresionado la actitud de Thrall y estaba dispuesto a conocerle. En los días venideros, Grommash le explicó la historia de su raza y quiénes debían ser sus familiares. Ambos compartían el deseo de liberar a sus hermanos prisioneros, pero Thrall deseaba con más fuerza encontrarse con su clan, por lo que partió, prometiendo regresar.
Un peón Lobo Gélido lo encontró tumbado en la nieve: había perdido contra el frío y no duraría mucho más. Drek’thar le interrogó personalmente y llegó a la conclusión que se trataba del hijo de su líder, Durotan , quién nunca había regresado. Ganarse el apoyo de los Lobo Gélido no fue fácil y fue puesto a prueba en muchas ocasiones. Pero al final, logró ser aceptado como uno más. Drek’thar fue más allá y le instruyó como chamán: Thrall se convirtió en el primero que aceptaban los elementos desde hacía ya muchos años.
Pasado un tiempo desde su llegada, apareció un extranjero que fue bien recibido. Sus palabras, por el contrario, eran provocativas y le hicieron enfurecer: le retó a un duelo. Después del combate, el nuevo reveló su identidad: Orgrim Martillo Maldito. Había venido buscando a Thrall,por las grandes historias que había escuchado. Quería convertirlo en su oficial en la guerra venidera, así que le puso a prueba. Pocos eran los que podían ganar a Orgrim en un duelo justo, por lo que Thrall se ganó con creces ser la mano derecha del legendario Jefe de Guerra. Los dos, junto con los Lobo Gélido, regresaron a por los Grito de Guerra y una nueva Horda se formó.
Fin de los Campos de Internamiento
Esta Horda no tenía como objetivo destruir a los humanos, sino simplemente echar abajo los Campos de Internamiento y liberar a sus prisioneros. El plan a seguir era siempre el mismo: Thrall se dejaba capturar, como si de un orco salvaje se tratara. Colocado junto al resto, hacía uso de sus habilidades chamánicas para demostrar al resto que los elementos habían regresado del lado de los orcos y que todavía valía la pena luchar; esto creaba una rebelión en el interior de la prisión a la vez que Orgrim y Grommash asaltaban los muros por el exterior.
El plan siempre tuvo éxito. Sin embargo, en la penúltima batalla, Orgrim es herido de muerte por la espalda. En sus últimos momentos entregó su martillo y su armadura al joven Thrall, su segundo al mando, y le promocionó a Jefe de Guerra para que continuara con la campaña. Así, un nuevo Jefe de Guerra se alzó para liderar a los orcos en una nueva era, que empezaba por dejar atrás el pasado.
La batalla final se libraría en Durnholde, algo lógico si tenemos en cuenta que esta fortaleza era el centro administrativo de todos los Campos de Internamiento. Su caída debía causar el desmoronamiento del sistema de prisiones. Aunque fuera el centro más protegido de todos, todos, tanto los defensores como los atacantes, sabían que la Horda tenía todas las de ganar. Thrall intentó que se rindieran pacíficamente, pues nunca fue de su agrado el hecho de matar a los humanos. Lodonegro, en su locura (y bajo los efectos del alcohol) hizo caso omiso a su oferta. Durnholde no se rendiría.
Y así fue. La fortaleza hubo que ser tomada a la fuerza. Aedelas cayó en combate singular contra el Jefe de Guerra y con él, todos sus planes de conspiración en contra la familia real. La Horda evacuó todos los civiles que no opusieron resistencia fuera de los muros de Durnholde y, cuando ya nadie se encontraba dentro, Thrall llamó a los elementos para que destruyeran completamente la prisión.
Thrall mandó un mensaje a los líderes de la Alianza. Quería terminar con las peleas; a partir de ahora, la Horda buscaría tranquilamente un lugar donde asentarse y dejaría en paz a los humanos. Pero, si éstos se aferraban a la idea de luchar, la Horda estaría preparada para combatirles. Parece que su plan funcionó, y se estableció una tregua. Los orcos se establecieron en algún lugar de Lordaeron hasta que el destino fue a buscarles años más tarde.
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