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Retratos de Azeroth: Arthas (Parte 3)

«¡Este reino debe caer! ¡Y de sus cenizas resurgirá una nueva orden
que hará temblar los mismos cimientos del mundo!»

Con el alma capturada en el interior de la espada y dueño de voz de Ner’zhul que oye a través de ella, el Príncipe Arthas regresa a Lordaeron capital acompañado por sus dos capitanes, convertidos ya en muertos vivientes, siendo recibido como un héroe, que ha salvado el reino de los muertos.

El príncipe maldito

Arthas no prestó atención a los festejos que se producían en la capital en su honor. Fue directamente a la sala del trono, donde le esperaba su padre, el Rey Terenas, dispuesto a felicitarle. Pero sus agradecimientos tampoco fueron escuchados. La espada hablaba y todo lo demás no importaba. Las ordenes del maestro eran claras: matar al Rey. Mientras los cuerpos si vida de sus capitanes eliminaban a los pocos guardias que protegían al monarca, Arthas clavó sin piedad la Agonía de Escarcha en el cuerpo de un atónito Terenas, matándole y haciéndose con su alma.

Arthas Después de eso huyó de la capital sin ser detectado, seguramente gracias a la confusión que causó el asesinato del Rey, y desapareció por un tiempo. El reino, desmoralizado por la pérdida del monarca y conocedor que el culpable era el príncipe, se vio incapaz de oponer resistencia a una segunda invasión de los Muertos Vivientes a los que hace un momento creía vencidos y la capital se perdió al poco tiempo.

Arthas se ocultó por una temporada, esperando el momento que volviera a ser solicitado. En ese tiempo, visitó la tumba de Invencible, el caballo de su infancia que todavía seguía en su cabeza. Usando los nuevos poderes que le había otorgado el Rey Lich, resucitó al animal; una vez más, el jinete y su montura volvían a estar juntos.

Fue el Señor del Terror Tichondrius el que invocó al príncipe maldito. Arthas en un primer momento le confundió con Mal’Ganis y se dispuso a matarle otra vez, pero Tichondruis pronto le sacó de su error: no era su enemigo; estaba allí para solicitar su colaboración en una campaña futura de la Plaga. El primer paso sería reunir a los acólitos que secretamente se habían escondido entre la población humana, miembros del Culto de los Malditos que había creado Kel’thuzad.

El objetivo principal parecía ser resucitar al nigromante, pero antes debían recuperar sus restos y salvaguardarlos en una urna de calidad. Ambas cosas estaban siendo custodiadas por la Mano de Plata, la orden de paladines en la que en un tiempo anterior había sido miembro. En especial la urna estaba siendo protegida por su líder, Uther el Iluminado, antiguo mentor. La Luz y la Oscuridad lucharon a muerte y Uther parecía ser claramente superior, desprendiendo una luz muy intensa, mucho más de lo que Arthas podría haber conseguido en sus tiempos como paladín. A unos segundos estuvo Arthas de morir de un golpe certero, si no hubiera sido por la intervención de la Agonía de Escarcha y una de las técnicas de lucha de los enanos que Muradin le había enseñado en su niñez. Empezó la contraofensiva a medida que Uther brillaba cada vez menos, hasta que fue capaz de clavar su espada en su enemigo, robando otra vida y alma.

El Iluminado tuvo como último deseo un lugar especial en el infierno para Arthas, después de lo que había hecho, pero el príncipe maldito no tenía ninguna intención de morir: como no-muerto, viviría eternamente. Cogió la urna del cuerpo sin vida de su antiguo mentor y tiró al viento los restos que contenía en su interior: las cenizas de Terenas, su padre. Ahora solo faltaba dirigirse al lugar del renacimiento de Kel’thuzad.

Invasión de Quel’thalas

Sylvanas Ex miembro del Consejo de los Seis y principal instrumento de la voluntad de Ner’zhul, Kel’thuzad no era un ser cualquiera que pudiera ser revivido fácilmente. Su resurrección iba a requerir gran cantidad de magia, algo que escaseaba en Lordaeron. Por suerte, el vecino reino élfico de Quel’thalas tenía lo que hacía falta: su Fuente del Sol era perfecta. La ocasión no podía ser mejor: por un lado invadirían y derrotarían a los ejércitos de los Altos Elfos, y por otro devolverían al nigromante a la vida.

Famosos por su superior dominio de la magia, los Altos Elfos pusieron una y otra vez impedimentos en el avance de la Plaga. Especialmente la General de sus ejércitos, Sylvannas Brisaveloz, causó muchas molestias a Arthas. Sin embargo, los elfos no tardarían en descubrir que la Plaga era imparable. Sus puertas mágicas serían abiertas y los bosques serían talados. Nada impidió a la Plaga avanzar en línea recta hasta la capital, Lunargenta, sin desviarse ni un metro, y creando un camino de muerte a su paso.

A las afueras de Lunargenta moría Sylvannas, solicitando a su enemigo una muerte rápida por lo buena combatiente que había sido. Arthas, no obstante, no pensaba dar el placer de no sufrir a aquella persona que tantos problemas le había causado en su avance. Sylvannas no conocería la tranquilidad de la muerte; con un gesto, fue levantada como un fantasma y obligada a dar muerte a los Altos Elfos de la capital. Lunargenta cayó y Arthas alcanzó su meta, la Fuente del Sol. La resurrección de Kel’thuzad corrompió por completo la Fuente y la dejó inservible para los Altos Elfos supervivientes. El nigromante regresó como un Exánime de gran poder y los muertos vivientes abandonaron Quel’thalas, en dirección a su próximo objetivo.

De orcos y magos

Kel’thuzad dirigió al príncipe maldito y al resto de sus ejércitos a las frías montañas de Alterac; Arthas se disculpó por matarlo en el pasado, pero él no necesitaba ninguna disculpa: el maestro ya le había dicho que moriría. Allí, los orcos restantes del Clan Roca Negra, con los que el príncipe había peleado en vida, defendían a muerte una puerta demoníaca. Era de suma importancia que el Exámine hiciera un uso de dicha puerta para entrar en contacto con Archimonde, uno de los Comandantes de la Legión Ardiente.

El Clan Roca Negra de Lordaeron, fiel servidor de los demonios, fue destruido por los servidores de estos, los no-muertos. Archimonde indicó que abrir un portal lo suficientemente grande para que él mismo y los demonios lo cruzaran iba a requerir de un poderoso conjuro. El Guardián Medivh había realizado una proeza similar en la creación del Portal Oscuro, por lo que los conocimientos escritos en su libro serían de gran ayuda. Tal objeto de incalculable valor mágico se encontraba resguardado en la ciudad mágica de Dalaran, por lo que ese era su nuevo objetivo.

Arthas En Dalaran, un sabio Antonidas ordenó a su aprendiza Jaina Valiente que huyera de la ciudad con cientos de civiles rumbo al oeste, denegando completamente su petición de ayudar en la defensa de la ciudad. Antonidas seguramente ya sabía que no iban a sobrevivir a este ataque, pero no por ello se iban a rendir. Haciendo gala de sus cualidades mágicas, los más poderosos de entre ellos crearon y mantuvieron activo un campo que dañaría progresivamente a todo ser no-muerto que se encontrara en su área de efecto.

Eso ralentizó en gran medida a los ejércitos de la Plaga, pero al final todos los magos fueron asesinados y el campo desapareció. Antonidas fue el último en caer: Arthas en persona se encargó de ello. Desde lo mas alto de la ciudad Kelt’huzad se preparó para la invocación a la vez que las tropas preparaban las defensas: no cabía ninguna duda que los magos de Dalaran lanzarían ataques contra ellos. No obstante, de la misma manera que fueron incapaces de impedir que la Plaga entrara, tampoco tuvieron éxito en el intento de expulsarlos.

Archimonde entró en Azeroth, y con ello la invasión de la Legión daba comienzo. Lo primero que hizo el demonio fue relegar al Rey Exánime del control de la Plaga, dejando sin «trabajo» a Arthas y Kel’thuzad. Esto no gustó nada al príncipe, pero el Exánime le tranquilizó: su maestro ya había predicho esto y tenían un plan en consecuencia. Archimonde se encargó de que la humanidad fuera consciente de que el final había llegado: su final; le bastó con un conjuro para que todo Dalaran fuera destruido.

Arthas, por su lado, fue enviado lejos, a Kalimdor, por orden de Ner’zhul. El campeón de la Plaga debía tener éxito en esta simple misión o de lo contrario era posible que fuera eliminado por la Legión, junto a Ner’zhul. Lo único que tenía que hacer era localizar a aquél que llamaban Illidan y ofrecerle un trato muy provechoso para ambos lados.

 

Written by Blosc

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