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Retratos de Azeroth: Ner’zhul (Parte 2)

Después de ver la primera parte de Ner’zhul, continuamos con su historia…

Kil’jaeden no había enviado a Ner’zhul a Azeroth por casualidad. La Legión Ardiente nunca había olvidado que hace miles de años intentaron conquistar ese planeta y fracasaron. Ner’zhul, ahora en forma de Rey Exánime, tenía una misión crucial: debilitar a las razas nativas de Azeroth para que no puedan detener una segunda invasión.

La Guerra de la Araña

Kil’jaeden, que no se fiaba del orco, especialmente después que ya intentara traicionarle una vez, mandó Señores del Terror con la tarea de mantenerle vigilado. Con sus nuevos poderes sobre los muertos, Ner’zhul expandió poco a poco, pero cada vez más deprisa, su influencia sobre Rasganorte. Con cada no-muerto bajo su servicio, su poder aumentaba.

Anub'arak Solo un enemigo pudo hacer frente a su ejército de no-muertos: uno de los Imperios de Rasganorte, Azjol-Nerub. Los nerubianos fueron un desafío muy grande para Ner’zhul puesto que demostraron ser inmunes a sus juegos mentales y a la plaga. Sin embargo, podían levantar el cadáver de una araña y someterlo. La guerra, iniciada con un ataque nerubiano al corazón de Corona de Hielo, duró varios años, hasta que la Plaga mostró ser superior.

En su huida precipitada tierra adentro, los nerubianos excavaron demasiado profundo y despertaron un antiguo y terrible mal, mucho mayor que el que representaba el Rey Exánime. Bajo el suelo, yacían los Ignotos, siervos del Dios Antiguo Yogg-Saron. Incapaces de mantener la guerra en un flanco, la llegada de un nuevo enemigo por detrás terminó por destruir el Imperio de Azjol-Nerub. Sin embargo, despertaron un nuevo enemigo para Ner’zhul, uno que nunca pudo derrotar.

La Plaga resucitó a todos los cuerpos nerubianos que encontró, incluído su último rey, Anub’arak, para que sirvieran al Rey Exánime en su cruzada de muerte. Gracias a esta nueva incorporación, la Plaga adquirió los conocimientos arquitectónicos de los nerubianos y los hizo suyos. Y, aunque quedaban más enemigos en Rasganorte, Ner’zhul amplió su influencia hacia Lordaeron.

El Azote de Lordaeron.

Poco a poco, diversos humanos fueron corrompidos por promesas de un poder mayor. Entre ellos estaba Kel’thuzad, un antiguo miembro del Consejo de Dalaran y un mago muy poderoso. Kel’thuzad era la mejor presa que Ner’zhul consiguió antes de que estallara la guerra, aunque el mago todavía desconocía dónde se estaba metiendo. Y, para cuándo se dio cuenta, ya era demasiado tarde: Ner’zhul reveló que no tenía aprecio por la humanidad y que su intención era matarlos a todos; si Kel’thuzad decidía no obedecer, le mataría y resucitaría, eliminando su voluntad.

Los diferentes siervos vivos de la Plaga esparcieron grano contaminado por todo Lordaeron y rápidamente el número de no-muertos creció de forma espectacular. Sólo el príncipe humano Arthas Menethil ofreció resistencia mientras el resto todavía se preguntaba qué estaba pasando. Arthas siguió la pista de la plaga hasta Andorhal primero y Stratholme después.

Kelthuzad Sin saber que todo era un plan de Ner’zhul ideado hace años, el príncipe llevó la guerra a Rasganorte, en territorio enemigo. Llegados a este punto, fue fácil guiarle hasta la espada maldita Agonía de Escarcha, que tiempo atrás formó parte de la armadura en la que estaba atrapado el espíritu de Ner’zhul. La espada tenía el poder de robar almas, y la primera que adquirió fue la de su portador. Ner’zhul acababa de conseguir a su nuevo campeón.

Mal’ganis, uno de los Señores del Terror que debían mantener bajo vigilancia al Rey Exánime, fue teóricamente asessinado ese día y Arthas perdió todo vestigio de razón. Ner’zhul lo llevó de regreso a Lordaeron con la misión de reclamar esas tierras para la Plaga. Los no-muertos, a los que se creía derrotados, regresaron en una segunda invasión mucho más terrorífica que la primera.

El segundo paso fue invadir las tierras de los Altos Elfos para hacer uso de la Fuente del Sol. La resistencia de Lunargenta fue en vano y Arthas llegó a su meta. Allí, Kel’thuzad fue resucitado como un Lich, tal y como Ner’zhul le había prometido al ser capaz de ver el futuro. Ahora, sólamente faltaba otra tarea por hacer antes de invocar a la Legión Ardiente en este mundo: robar el libro de Medivh.

Al ser un objeto mágico de gran poder, estaba bien resguardado en la ciudad de Dalaran. Los magos no iban a entregarlo sin luchar pero era una batalla perdida. En las afueras de la ciudad, Archimonde fue invocado en Azeroth y la invasión de la Legión Ardiente empezó. Su primera acción fue remover a Ner’zhul del cargo y poner la Plaga al servicio de los Señores del Terror. Sin embargo, el señor de los muertos también había predicho esto, por lo que no frustró sus planes.

Fin de Ner’zhul

Al contrario, el Rey Exánime fingió obedecer y simplemente envió a Arthas a las lejanas costas de Kalimdor para que encontrara a Illidan. El recién liberado elfo de la noche iba a ser la clave para derrotar a la Legión. Ner’zhul le aconsejó apoderarse de un antiguo y poderoso artefacto: la calavera de Gul’dan. Sin ella, la derrota de la Legión estaba asegurada. Ciertamente, en la Batalla del Monte Hyjal las razas de Azeroth salvaron el planeta de su destrucción.

Arthas regresó a Lordaeron capital meses después para reclamar su derecho al trono. Pero no tuvo tiempo de disfrutar. Ner’zhul se debilitaba por momentos: había una brecha en el hielo y perdía poder por la misma. Eso había sucedido en el momento que la espada Agonía de Escarcha se había separado de la armadura por el malvado plan de atraer a Arthas al lado oscuro. Kil’jaeden se había percatado de la debilidad de su creación rebelde y elaboró un plan para vengarse. La Legión Ardiente volvió a solicitar los servicios de Illidan y éste demostró ser un problema mayor para la Plaga del que lo habían sido los demonios.

Rey Exánime Illidan puso rumbo a Corona de Hielo con intención de destruir el Trono Helado y su oscuro señor. Acompañado por los Nagas y los Elfos de Sangre, formaba una fuerza lo suficientemente poderosa para tener un éxito asegurado. Ner’zhul llamó inmediatamente a su campeón para protegerle. Gracias a Anub’arak y su conocimiento de una ruta más directa a Corona de Hielo, Arthas llegó justo a tiempo para detener a los atacantes. El Rey Exánime potenció al máximo al principe caído y éste logró derrotar al Traidor. Seguidamente, le ordenó liberarle de su prisión de hielo y colocarse la armadura. De esta manera, se fusionaron.

Esta unión era el objetivo último de Ner’zhul. El éxito de su plan para liberarse de su prisión y obtener de nuevo un cuerpo. Ciertamente, podría haber obtenido uno hace ya mucho, pero él quería el mejor que pudiera conseguir. Durante los años siguientes hasta los acontecimientos de la segunda expansión de World of Warcraft, Wrath of the Lich King, el Rey Exánime permaneció en un estado de letargo: la mente de Arthas tardó todo ese tiempo en deshacerse de la última bondad que le quedaba. Ner’zhul lo celebró, pues ese momento se había retrasado demasiado, pero no vio venir que él era el siguiente: en un rápido movimiento, Arthas lo mató y se alzó como nuevo Rey Exánime. Fue un final poco digno para un personaje tan trascendental.

 

Written by Blosc

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Resumen Semanal WowChakra 23 – 29 Dic