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Retratos de Azeroth: Arthas (Parte 1)

Matad a los Orcos, ¡Matadlos a todos!

– Arthas a sus hombres, cerca del campamento orco –

Primeros años

La infancia de Arthas viene marcada por su condición social. Como único hijo del rey Terenas Menethil II, el pequeño Arthas era, además de un miembro de la realeza, el heredero al trono de Lordaeron, la nación humana más poderosa al norte del puente Thandol.

Como futuro rey, debía aprender a luchar, algo para lo que demostró no tener nada de talento. No obstante, tuvo la suerte de que Muradin Barbabronce se ofreció voluntariamente a instruirlo, después de observar al pequeño príncipe hacer el ridículo con la espada. De esta manera, aprendió las técnicas de lucha de los enanos, algo que le servirían más adelante.

Lordaeron De muy pequeño conoció a otros dos niños nobles que ejercieron de alguna manera influencia sobre él. Viniendo como un exiliado, llegó a Lordaeron el príncipe Varian, de la recién destruida Ventormenta. Varian era unos años más grande que Arthas, y, por el contrario, sí tenía talento para la lucha. Eso no fue impedimento para que ambos fueran amigos.

Arthas sentía lástima por Varian, porque había perdido a su padre y su reino; mucha más que la que le daban los pobres refugiados de Ventormenta, que también lo habían perdido todo. Varian no vino solo: la Horda orca siguió a los supervivientes hasta las fronteras de Lordaeron y empezó la Segunda Guerra. Desde ese momento, Terenas mantuvo mucha más vigilancia sobre su hijo y heredero.

El otro era una niña, la hija del Almirante Valiente: Jaina. Ya desde entonces ambos tenían algo más que una amistad, pero todavía eran muy pequeños. La pequeña Jaina iba a convertirse en una maga de Dalaran. Allí, ni Arthas ni su padre tenían autoridad alguna, no porque fuera un reino independiente, sino porque el título de rey no tenía ningún valor para los magos de esa ciudad. Así que una vez que Jaina penetrara sus muros, se separarían.

Arthas le prometió muchas cosas a Jaina y consiguió mantener relaciones con ella. Pero después prefirió que tomaran caminos separados, para qué cada uno pudiera centrarse en la tarea que tenía por delante. Así, aun cuando todo el reino sabía de la “curiosa” amistad de ambos y esperaba que ella fuera la futura reina con ilusión, Arthas prefirió apartarla temporalmente de su vida. Jaina no le guardo rencor.

Por último, mencionar a la criatura que más huella dejó en el pequeño príncipe, y que configuró sus actos del futuro. Hablamos de Invincible, su amado caballo. Jinete y animal compartían un vínculo muy especial y estaban muy unidos. Su muerte traumatizó al pequeño Arthas. Primero, porque fue culpa suya, algo que sabía; segundo, porque tuvo que matarlo con sus propias manos para que dejara de sufrir. Desde ese día, Arthas juró que protegería a cualquier precio a su gente; que algo así no volviera a ocurrirle.

La amenaza del Clan Roca Negra

Terenas Menethil II prefirió que su hijo formara parte de la creciente Orden de la Mano de Planta antes de que se convirtiera en un simple guerrero como él. Muy amigo de Uther el Iluminado, líder de los paladines, le encargó su adiestramiento en las artes divinas. Así, Arthas se convierte en un paladín en potencia.

Arthas Años después, se une a su maestro en la defensa del reino. En Lordaeron existía un grupo de orcos del Clan Roca Negra que había evitado ser capturado. Anglų kalbos kursai internetu ir vaikų vasaros dienos stovyklos Kaune, Vilniuje bei Klaipėdoje intellectus.lt. En lugar de esconderse, cómo había hecho prudentemente Drek’thar o Grommash, el Clan Roca Negra se dedicó a atacar los asentamientos humanos y secuestrar a todos los supervivientes, independientemente de su edad.

Arthas, siempre bajo las órdenes de su maestro Uther (a pesar de ser el Príncipe) fue encargado de defender la pequeña y desprotegida aldea de Stranbrand. Desgraciadamente, llegó demasiado tarde, algo que le trajo recuerdos de su caballo. Lo único que podía hacer ahora, e iba a hacer, era recuperar a todos los prisioneros que los orcos se habían llevado a su escondite.

Uther ya le estaba esperando en su pequeño destacamento, cercano a la base de los orcos. Viendo que los orcos se negaban a negociar, Arthas se enfureció; su maestro le advirtió que la ira y la venganza son contrarias a la filosofía de los Paladines y que seguirlas puede conllevar grandes peligros para todos. Pero Arthas no podía olvidar y simplemente fingió obedecer. Volvió a estallar en cólera al presenciar cómo los orcos sacrificaban a los humanos capturados, fracasando nuevamente en su intento de protegerlos. No dejó a ningún orco con vida.

El Iluminado ignoró los signos demoníacos que encontraron. Creyendo que una destrucción como la Segunda Guerra no iba a repetirse, dio el asunto por finalizado. La paz volvió a Lordaeron, por poco tiempo.

El levantamiento de los muertos

Una de las preocupaciones que aparecieron en la Corte de Terenas fue una extraña epidemia que asolaba a las tierras norteñas de Lordaeron. De todas formas, lo que más preocupaba al rey eran los orcos y las deudas. Terenas ignoró las advertencias del desconocido profeta que se coló en su sala del trono y que presagiaban un oscuro futuro para la nación.

Scourge Lordaeron A pesar de todo, Terenas siempre fue un gran político. No prestar atención a las quejas de los nobles de la corte, con respecto al asunto de la epidemia, no era la decisión más prudente. Seguía sin ser su máxima preocupación, pero enviar a su hijo Arthas a lo que él consideraba algo secundario, daría a entender que la monarquía está realmente preocupada. A su vez, Antonidas envió a Jaina Valiente, temiendo que la naturaleza de la infección fuera mágica. Cómo siempre había predicado el sabio líder del Kirin Tor: <<la magia con magia se vence>>.

Pasó poco tiempo hasta que ambos encontraran a los primeros muertos vivientes, atacando a los pocos supervivientes de una aldea, tan desconcertados cómo ellos por la aparición de los esqueletos. La misión se había vuelto mucho más importante y peligrosa, aunque estaban lejos de adivinar lo que en realidad estaba sucediendo. El hallazgo de un almacén de grano vacío, destruido y, de alguna manera, enfermo, alarmó a todos. Si la enfermedad llegaba a infectar el alimento básico de la nación, sería imposible calcular la gravedad de los daños.

En las proximidades de Andorhal, hallaron al que parecía ser el causante de todo esto. Un nigromante, que declaró ser Kel’thuzad, antiguo mago del Kirin Tor y ex miembro del Consejo de los Seis de la ciudad. La hipótesis inicial fue pensar que él era el causante de todo y que su muerte pondría fin  a toda esta locura. No obstante, el nigromante se escapó, camino a Andorhal. Nuevamente, eso eran terribles noticias: Andorhal era uno de los principales centros distribuidores de Lordaeron. Fácilmente esparciría la enfermedad por medio reino sin que se pudiera hacer nada para evitarlo.

Los fracasos se siguieron acumulando. No sólo llegaron demasiado tarde y encontraron la ciudad destruida y vacía de mercancías, enviadas antes de su llegada a sus destinos, sino que Kel’thuzad volvió a escaparse. Arthas ardía por dentro, estaba fallando en proteger a su pueblo. La muerte del nigromante a estas alturas no cambiaría el problema, pero tampoco se le podía dejar vivir. Las últimas palabras de Kel’thuzad no tuvieron efecto en el príncipe, centrado en su tarea. Solamente la revelación del cerebro detrás toda esta destrucción y su localización se quedaron en su mente.

En Stratholme encontraría al líder de los no-muertos. Se debía poner fin cuánto antes a su existencia y recuperar el control del reino. No podía permitir que otra ciudad fuera destruida. Poco a poco, la venganza se habría un lugar entre sus ideales de paladín y de heredero al trono. Estaba descendiendo en el camino oscuro sin que se diera cuenta.

 

Written by Blosc

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