En este artículo ha colaborado además de la autora Alherya nuestro compañero Themn Notalari. Ir a Parte 1.
Nuevos Aliados
Tras aliarse con la Horda, los Renegados querían seguir expandiendo su creciente imperio de no-muertos. Al liberar sus mentes del yugo del Rey Exánime, Sylvanas logró liderar a una importante facción por sí misma. Además, liberó también a su antiguo discípulo, el forestal humano Nathanos Marris, y le nombró campeón de la Reina Alma en Pena. Nathanos recuperó la residencia de los Marris, donde entrenaría a quienes Sylvanas le enviara. Los mortacechadores, por otra parte, se convirtieron rápidamente en la organización espía más poderosa en Azeroth.
Además, los Renegados incorporaron Halloween como parte de su cultura, pues Sylvanas la aclama como la noche en que los Renegados son más fuertes -y cuando sus enemigos más los temen.
Aun tras su muerte, Sylvanas se consideraba a sí misma una de las protectoras de Quel’thalas y no dudó en ofrecer su ayuda en forma de suministros y tropas al que otrora fuera su pueblo. Aunque los sin’dorei no aceptaban su ayuda al principio, creyendo que podría tratarse de una trampa, terminaron aceptando que soldados renegados estacionaran en sus tierras, en Tranquillien para ser exactos. Sylvanas jugó aquí una importante parte convenciendo a Thrall para que permitiera la entrada a la Horda a los sin’dorei.
Más adelante, Sylvanas ayudó a los sin’dorei Caballeros de Sangre en nombre de Mehlar Hojalba en la creación de un singular abalorio, Finiquiplaga. Los conocimientos que poseía sobre la Plaga fueron de gran ayuda a la hora de crear dicho objeto.
Por esta época un explorador llevó al mismísimo trono de la Reina Alma en Pena un collar, de la familia Brisaveloz. Cuando esta se dio cuenta de que el abalorio era un regalo que le había hecho su hermanda perdida Alleria, ocultó sus sentimientos mostrándose rabiosa lanzando el collar al suelo. Cuando el explorador se fue, empezó a cantar una triste balada en Thalassiano, que dice así.
Thalassiano | Inglés | Español |
---|---|---|
Anar’alah, Anar’alah belore Sin’dorei Shindu fallah na Sin’dorei Anar’alah Shindu Sin’dorei Shindu fallah na Sin’dorei Anar’alah belore Shindu Sin’dorei Shindu fallah na Sin’dorei Anar’alah belore Belore |
By the light, by the light of the sun Children of the blood Our enemies are breaking through Children of the blood By the light Failing children of the blood They are breaking through O’ children of the blood By the light of the sun Failing children of the blood They are breaking through O’ children of the blood By the light of the sun The sun |
Por la luz, por la luz del Sol Hijos de la sangre Nuestros enemigos se abren paso Hijos de la sangre Por la luz Hijos caídos de la sangre Ellos se abren camino Oh niños de la sangre Por la luz del Sol Hijos caídos de la sangre Ellos se abren camino Oh niños de la sangre Por la luz del Sol del Sol |
Justo cuando sus cuerdas vocales dejaron de emitir dicha canción, se agachó sin que nadie la viese y recogió el collar.
La guerra contra el Rey Exánime
Al principio de la campaña en Rasganorte contra el Rey Exánime, Sylvanas acudió a uno de sus maestros apotecarios, Faranell, quien le mostró los efectos de la nueva plaga que estaban creando. Satisfecha, advirtió a Faranell que dicha Plaga no debía caer en las manos equivocadas. Fue entonces cuando Arthas acabó con la onírica forma de Ner’zhul y la consumió, convirtiéndose así en una única persona. La Reina Alma en Pena percibió que algo terrible estaba pasando.
Había llegado el momento de luchar contra la Plaga. Sylvanas y su jefe de apotecarios, Putress, se reunieron con el Jefe de Guerra Thrall, con el Alto Señor Supremo Colmillosauro y con Garrosh Grito Infernal para planear sus próximos movimientos. Garrosh inició un duelo contra Thrall, creyendo que era mejor tomar acción inmediata, pero fueron interrumpidos por un ataque de la Plaga. Sylvanas ayudó a defender Orgrimmar, la ciudad donde se celebraba dicha reunión. Tras la victoria de la Horda, Thrall declaró la guerra al Rey Exánime. Satisfecha con tal decisión, Sylvanas envió a Putress a Rasganorte para que ayudara a la Horda con sus vastos conocimientos sobre la plaga.
Con la Horda dedicada por completo a la campaña de Rasganorte, Sylvanas y un grupo de mortacechadores viajaron hasta la Aguja Furia del Sol para ganar el apoyo de los elfos de sangre en la guerra. Se reunió con su antiguo camarada, Lor’themar Theron, quien era ahora el Señor Regente de Quel’thalas, junto al Gran Magister Rommath y el ahora General forestal de Lunargenta, Halduron Alasol. Sylvanas insistió a Lor’themar en que enviara a las fuerzas de los sin’dorei -magísteres, errantes y Caballeros de Sangre- a Rasganorte. Lor’themar se mostraba reacio, pues se estaban recomponiendo aún de la guerra que había tenido lugar en Quel’Danas. Sylvanas entonces les recordó que estaban en la Horda gracias a ella y que, si no se movilizaban, perderían su apoyo y el apoyo renegado que había apostado en sus tierras.
Lor’themar finalmente aceptó y envió un contingente de elfos de sangre a Entrañas. Cuando Sylvanas se disponía para partir, Rommath se hallaba indignado. Rechazó las ofertas de ayuda que ella había ofrecido, diciendo que todo era chantaje. Sylvanas, sin embargo, le contestó que todo cuando ella deseaba era la fuerza suficiente para derrotar a su enemigo y que sus ofertas no eran más que eso, ofertas. Lor’themar rápidamente se interpuso y acabó con la conversación. Los ojos de la Dama Oscura, sin embargo, relampaguearon por un instante cuando el Señor Regente se despidió en thalassiano, la lengua de los elfos de sangre, ante lo cual se marchó en el más absoluto silencio.
La venganza de la Dama Oscura
El asalto de la Horda al helado continente de Rasganorte se inició en la Tundra Boreal, liderada por Garrosh Grito Infernal. Los Renegados, por otra parte, asaltaron con su flota la región de Fiordo Aquilonal bajo el nombre la Mano de la Venganza. Bajo el mandato directo de Sylvanas, la Mano de la Venganza se llevó consigo todo el aresnal renegado, incluyendo las penúltimas fases de su misteriosa peste, la cual perfeccionarían en Nuevo Agamand, el campamento donde se asentaría la Real Sociedad de Apotecarios. Sylvanas llevaba años supervisando el avance de su contagiosa creación y parecía que al final podría probarla con la Plaga. Sin embargo, el Gran Apotecario Putress, a quien Sylvanas había enviado a Rasganorte, se tomaría dichos honores al liberar su perfeccionada peste contra la Plaga, Alianza e incluso Horda durante la Batalla de Angrathar la Puerta de Cólera.
Mientras que las fuerzas combinadas de la Horda y la Alianza asaltaban Angrathar la Puerta de Cólera, una sublevación tuvo lugar en Entrañas. Varimathras y hordas de sus demoníacos congéneres corrían a sus anchas por la ciudad renegada, asesinando a aquellos que no se sometieran a su mandato. Sylvanas estuvo a punto de fallecer, pero logró escapar junto a un grupo de sus seguidores hacia Orgrimmar. Empeñada en no permitir que un señor del terror se hiciera con parte del territorio de la Horda, Thrall y Sylvanas planearon un contraataque. Jaina Valiente, sin embargo, les interrumpió para traerles malas noticias: el Rey Varian se preparaba para una posible guerra contra la Horda a raíz de la muerte de Bolvar Fordragon y, buscando una explicación por la traición sucedida en Angrathar, la había enviado a ella. Aunque tanto Thrall como Sylvanas explicaron que la Horda no era responsable de los actos cometidos por Putress, fueron advertidos de que el Rey Varian querría venganza.
Sylvanas regresó a Entrañas junto a un ejército de la Horda, liderando el asalto junto a Thrall y a Vol’jin. En la Sala del Trono luchó a Varimathras, donde puso fin a la vida del señor del terror y recuperó su trono. Mientras todo esto tenía lugar, el Rey Varian había lanzado su propio ataque contra Entrañas y habían entrado por las alcantarillas. Al descubrir varios experimentos renegados con prisioneros humanos, Varian declaró la guerra a la Horda. Poco después de que Varimathras muriera, el Rey Varian entró en el Barrio Real, cargando contra el Jefe de Guerra y la Dama Oscura tras calificarles de monstruos. Sin embargo, Jaina le teleportó con rapidez a Ventormenta, al igual que hizo con las fuerzas de la Alianza.
Tras ganar la guerra y dar muerte a los rebeldes, Sylvanas reclamó su trono. Tras lo ocurrido en la Puerta de Cólera, Thrall envió a un contingente de Kor’kron a Entrañas para vigilar de cerca a los Renegados. Sylvanas, por su parte, puso rumbo a Rasganorte para así ir a vengarse de Arthas.
Sylvanas lideró a la Horda en las Cámaras Heladas, en el interior de la Ciudadela Corona de Hielo, para enfrentarse al Rey Exánime y vengarse así de Arthas por destruir Quel’Thalas y maldecirla con la no-muerte. Acompañada por la Forestal oscura Kalira y la Forestal oscura Loralen, dio instrucciones a los héroes de la Horda mientras avanzaban por las cámaras, uniéndoseles algunos campeones de la Horda del Torneo Argenta. Tras la derrota de Agh y Puagh, Puagh rogó piedad a Sylvanas, saciándola con el conocimiento de que la Agonía de Escarcha se encontraba desprotegida en las cámaras. Puagh murió a manos del Señor de la Plaga Tyrannus mientras que Sylvanas prosiguió su camino hacia las Cámaras de Reflexión, ante cuyas puertas luchó contra Tyrannus. Tras la muerte de este último, Sindragosa hizo presencia y acabó con casi todos los combatientes y Sylvanas. La líder renegada envió a la Forestal oscura Kalira a por refuerzos antes de adentrarse en las Cámaras de Reflexión con los aventureros y la Forestal oscura Loralen. Allí, poco antes de llegar a las cámaras privadas de Arthas y tan cerca de la Agonía de Escarcha, la Dama Oscura sintió de nuevo el dolor de su muerte. Aun así, intentó entrar en contacto con los espíritus atrapados en el interior de la espada. El espíritu de Uther el Iluminado la advirtió de que el Rey Exánime se acercaba a su posición y que era una estupidez intentar derrotarle. Fue entonces cuando se rebeló que, tras la muerte de Arthas, alguien debía ocupar su lugar y liderar a la Plaga para prevenir que ésta caminara con total libertad por Azeroth, consumiéndolo todo a su paso. Para derrotar al Rey Exánime era necesario destruirlo en el lugar en que fue creado: el Trono Helado.
El Rey Exánime hizo presencia en la sala y reclamó su espada, consumiendo el alma de Uther en ella. Invocó a dos de sus tenientes, Falric y Marwyn, para acabar con la vida de los intrusos. Mientras los héroes luchaban contra los tenientes y los fantasmas que invocaban, Sylvanas y la Forestal oscura Loralen dieron caza al Rey Exánime cuando éste se retiró. Tras derrotar a los fantasmas y a los caballeros de la muerte, el grupo halló el cuerpo sin vida de Loralen en el pasillo mientras el sonido del entrechocar de armas sonaba en la sala cercana a ellos. Sylvanas y el Rey Exánime luchaban en un combate singular. Tal y como Uther había advertido a Sylvanas, era demasiado poderoso como para enfrentarse a él, de modo que la Dama Oscura y los héroes se abrieron paso a través de las paredes de hielo y los esbirros que el Rey Exánime invocaba para detenerse. Cuando llegaron al final, se percataron de que no había salida, así que se decidieron a morir intentando acabar con su enemigo. Fue justo cuando apareció el Martillo de Orgrim para rescatarles. Mientras huían de las Cámaras de Reflexión, Sylvanas se dio cuenta de que los poderes del Rey Exánime habían aumentado y que, para acabar con él, necesitaba un gran ejército, uno mayor que el que la Horda podía reunir.
Cataclismo: antes y después
Cuando la Pesadilla Esmeralda sumió a Azeroth en un sueño, Sylvanas cayó junto a la gran mayoría de Entrañas. Soñó que volvía a estar viva gracias a Varimathras. Sin embargo, sus mayores miedos volvieron a perseguirla cuando el Rey Exánime volvía a aparecer para torturarla una vez más y Varimathras la traicionaba de nuevo. Sharlindra, una de sus fieles banshees, intentó sacarla del sueño junto a otros renegados sin éxito alguno.
Con la caída del Rey Exánime, Sylvanas se aventuró en el Trono Helado. Irritada al no haber estado presente durante su muerte, la Reina Alma en Pena se consoló al saber que la tarea que había comenzado en los bosques de Quel’thalas al fin estaba completa: Arthas había muerto. Con la motivación de su vida y no-vida finalizada, Sylvanas recordó el brillante destino que le esperaba antes de que Arthas acabara con ella, por lo que se preparó para arrojarse sobre los picos de saronita, lo único que podría acabar con ella definitivamente. Nueve val’kyrs la rodearon mientras observaba la larga caída, otorgándole visiones de su pasado. Sylvanas las ignoró y se lanzó desde el Trono Helado.
La Dama Oscura vio el futuro que le esperaba a su pueblo. Sin su liderazgo, los renegados serían sacrificados por Garrosh Grito Infernal en un fallido asalto a Gilneas. En el Baluarte, el Apotecario Lydon organizaría un último y desesperado contraataque contra las fuerzas invasoras de la Alianza. Cuando la visión hubo finalizado, Sylvanas se halló a sí misma flotando en un inmenso vacío oscuro donde sólo había terror, frío, desesperanza, miedo y pear. Corrió hacia el fantasma de Arthas, pero se sorprendió al encontrarse con un asustadizo niño pequeño. Viendo al hombre que le había inflingido tanto tormento, Sylvanas admitió que, de no ser poque su alma estuviera hecha añicos, sentiría pena por él pese a todo lo que le había hecho. Cuando se percató de que ese reino de angustia iba a ser su eternidad, las val’kyr aparecieron de nuevo. Lideradas por Annhylde, le ofrecieroun pacto: en lugar de permitir que Sylvanas residiera en tal terrorífico reino, Annhylde le ofreció tomar su lugar. La Reina Alma en Pena aceptó y regresó al reino de los vivos junto a las restantes val’kyr.
Sylvanas regresó al Bosque de Argénteos, donde Garrosh lideraba el asalto a Gilneas, y declaró que la invasión se haría a su modo. Garrosh aceptó a regañadientes y Sylvanas ordenó a su flota que se dirigiera a la costa sur para arrasar los pueblos allí situados, separando de este modo a los defensores de Gilneas. La Dama Oscura ya no veía a su gente como meras flechas en su carcaj, sino como un importante recurso que no debía desaprovecharse.
Se dice que Sylvanas no atacó Gilneas por mero territorio, sino porque allí se encontraba la Guadaña de Elune. Tras el fracaso en la Puerta de la Cólera, los renegados estaban bajo el atento escrutinio de la Horda. Sin embargo, los renegados no contaban con que la maldición huargen se habría esparcido entre la población gilneana y que se unirían tras problemas internos. Sylvanas se enfrentó al Rey Genn Cringris, Darius Crowley, el Príncipe Liam Cringris y una fuerza de resistencia gilneana. Pese a estar en desventaja, logró disparar una flecha envenenada hacia el Rey, aunque Liam la recibió en su lugar, defendiéndole y muriendo tras ello. Frustrada y con el General Aullaguerra pendiente de ella, la Dama Oscura ordenó pestear la ciudad para asegurar una pequeña victoria. Con la batalla finalizada y los gilneanos en manos renegadas, Sylvanas se retiró.
El juicio de Garrosh
Tras distintos hechos y atrocidades, Sylvanas fue invitada al juicio de su antiguo líder de facción, Garrosh Grito Infernal, un asesino sin escrúpulos que había mancillado todo el honor que podía tener la Horda. Allí fue cuando se reencontró con su hermana Veeresa, la pequeña chica de la familia de los Brisaveloz. Cuando estuvieron juntas se dieron cuenta que tenían algunas cosas de diferencias, pero una era común… Su odio hacia el orco.
Sylvanas fue insultada por Garrosh en varias ocasiones, aparte de tratarla como a una simple esclava sin mirar lo que era en realidad, la líder del pueblo más numeroso de la Horda. Vereesa sufrió la muerte de su marido por culpa del ex-lider de la Horda y había visto en sus propios ojos la traición del Embate Atracasol por culpa del mismo ser.
Ambas decidieron aliarse y envenenarlo en la prisión donde se encontraba. En esos días Sylvanas se sentía querida, y sentía un profundo amor hacia su hermana pero como dijo el Rey Therenas hace unos cuantos años «No todo es para siempre» y esto se acabó rápido cuando la hermana menor de la familia Sin’dorei se negó a darle el veneno a Garrosh, dándose cuenta de que el príncipe de Ventormenta podría salir herido.
Cuando Sylvanas vio esa nota de parte de su hermana, su corazón se fracturó, desapareciendo todo amor que pudiese albergar como un pequeño iceberg de Rasganorte en una cumbre de las Estepas Ardientes.
Ahora Sylvanas está llena de odio y quien sabe lo que pasará después de la campaña de Draenor.
«Somos los renegados y mataremos a cualquiera que se interponga en nuestro camino»