Tras haber conocido el comienzo de la vida de Jaina Valiente, su lucha contra la Plaga que asolaba Lordaeron y contra la Legión Ardiente que amenazaba con destruir el mundo y el hecho de que tuviese que matar a su propio padre para salvar a aquellos que una vez la habían atacado, continuamos con su historia. Esta vez os contaremos un poco más de Jaina tras la muerte de su padre, cuando se tendrá que ver obligada a matar a la persona que más ha querido.
Un demonio en Therarmore.
Con el Almirante de Kul’tiras muerto, orcos y humanos vivieron una época de prosperidad. Gracias a que habían unido fuerzas tanto contra la Legión Ardiente como contra el propio padre de Jaina, consiguieron vivir en una relativa paz durante unos años. Pero unas disputas en alta mar entre ambas razas llegaron a provocar cierta tensión entre ambos bandos. Los goblins de Trinquete, que se encontraban entre Orgrimmar y Therarmore les suplicaron que parasen esas disputas absurdas para que todo siguiese con su normalidad.
No obstante, Thrall, el líder de los orcos, y Jaina, la de los humanos, seguían manteniendo buenas relaciones y seguían colaborando. Un día Thrall le pidió a Jaina su ayuda para que unas bestias volviesen a su tierra pues se habían desplazado demasiado, le dijo que se habían adentrado en la Sierra del Espolón y que necesitaba que se fuesen de allí. El papel de Jaina era hacer que se desplazasen a otra zona, por lo que eligió una amplia zona deshabitada en Mulgore, pero cuando llegó se quedó sorprendida por lo que había descubierto. Esa zona no estaba del todo deshabitada, sino que un único individuo vivía allí y no era nada más y nada menos que Magna Aegwynn, la madre de Medivh y uno de los miembros del Concilio de Tirisfal.
Aegwynn se sorprendió de la tenacidad de la maga para descubrirla y como recompensa, le reveló que era lo que estaba sucediendo realmente entre ambos bandos. Un clan de orcos, los Filo Ardiente estaba dirigido por Zmodlor, un demonio que estaba jugando con ambos bandados para entretenerse y que era el causante de todos los conflictos recientes.
Jaina y Aegwynn decidieron volver a Therarmore para seguir investigando, pero lo que descubrieron no llegó a tranquilizarlas, uno de los más altos cargos de la isla había caído bajo la influencia del demonio y estaba manipulando las cosas desde las sombras. Con premura, se enfrentaron al chambelán de Jaina y al mismo Zmodlor, el chambelán cayó rápidamente pero el demonio opuso más resistencia. Jaina y Aegwynn se enfrentaron contra el demonio y sus cultores y tras una intensa lucha en la que Jaina casi cae, consiguieron derrotarles.
Tras lo sucedido, Jaina le relató a Thrall todo lo que había sucedido y le reveló que los habían estado manipulando desde un principio, por lo que decidieron escribir un tratado de paz para asegurarse de que sus dos naciones no entrarían en guerra y mucho menos por tonterías.
La Puerta de Cólera y los Secretos de Ulduar.
Pasaron algunos años de relativa paz en Therarmore, pero la guerra no tardaría en llegar. Las fuerzas de la Alianza que viajaron a Rasganorte con el objetivo de poner fin a la vida de Arthas se habían separado a lo largo del continente, pero el grueso de su ejército se había reunido en la Puerta de Cólera. Liderados por Bolvar Fordragón, la Alianza se dispuso a matar a Arthas en las puertas de su fortaleza, pero tuvieron un imprevisto, los renegados se interpusieron entre las fuerzas unidas de la Horda y la Alianza y Arthas. Cuando parecía que tenían una posibilidad de matar al Rey Exánime, Putress y sus renegados bombardearon toda la zona con la peste, matando así a todos los que estaban allí presentes, incluido Bolvar Fordragón.
Las noticias de la traición de los renegados se extendieron rápidamente por todo Azeroth y Varian se dispuso a comenzar una Cuarta Guerra atacando la capital de los Renegados ahora que era vulnerable. Jaina, por el contrario, creía en la paz y cuando Thrall y Varian se enzarzaron en combate, Jaina teletransportó a todos los miembros de la Alianza a Ventormenta, dejando así a Thrall y a Sylvanas libres para que reconstruyesen la ciudad y arreglasen todo aquello que habían hecho Putress y Varimathras, pues sabía que la culpa no había sido de la Horda, sino de unos de sus miembros que los habían traicionado. Esta actuación de Jaina no le agradó mucho a Varian, aunque ella creía en la paz y no le importaba mucho la opinión del humano.
Un tiempo más tarde, las fuerzas de Brann Barbabronce asaltaron Ulduar, enfrentándose a todas las creaciones titánicas que se encontraban en el interior de las Cámaras y llegando a contemplar el resurgimiento de un Dios Antiguo, Yogg Saron. Rhonin convocó a los líderes de la Alianza y de la Horda en Dalaran para organizarse contra la amenaza que suponía que un Dios Antiguo se despertase. Varian y Jaina llegaron los primeros y comenzaron a hablar con Rhonin, pero ella se percató de que Thrall y Garrosh habían llegado antes de lo previsto, se reunió con ellos antes de que les viesen Varian y les explicó la situación. No obstante, Garrosh era demasiado impulsivo y se enfrentó a Varian en combate por el simple hecho de odiar a toda su raza. Rhonin separó a ambos, aunque el daño ya estaba hecho, Varian se fue de la sala echándoles en cara que había sido la Horda le verdadera responsable de lo sucedido en la Puerta de Cólera, dejando a Jaina junto a Rhonin preparándose para lo que se avecinaba.
La muerte de Arthas
Yogg Saron fue derrotado y las tropas de la Horda y la Alianza continuaron avanzando contra el Rey Exánime. Jaina se dispuso a atacarle desde un lugar inesperado, una brecha que habían abierto por la zona lateral de la ciudadela y que llevaba hasta la mismísima cámara del Rey Exánime. Llegó a las Cámaras de Reflexión, donde contempló con sus propios ojos la Agonía de Escarcha, la hoja que corrompió a su amado. Al acercase a la hoja, Uther el Iluminado se le apareció y le dijo que siempre debía de haber un Rey Exánime, pues si no era así, la Plaga arrasaría todo Azeroth sin que nadie pudiese oponerles resistencia alguna.
Pero la conversación duró poco, pues Arthas veía lo mismo que veía la espada y sabía que Jaina estaba allí con Uther. El Rey Exánime invocó a Falric y a Marwyn, dos de sus capitanes que le habían ayudado y a los cuales Jaina conocía. Les dio orden de matar a todos los vivos que había allí, pero Jaina no se dio por vencida y corrió tras él para intentar que volviese a acercarse a la Luz y dejase atrás toda esa vida de oscuridad pero no lo consiguió, casi sale muerta si no hubiese sido porque el Rompecielos la salvó en el último momento.
La Cruzada Argenta llevó finalmente la guerra a la Ciudadela de la Corona de Hielo. Tras haber matado a los tenientes de Arthas, el humano fue derrotado gracias a la ayuda de Tirion Vadín, Terenas y unos héroes. Los cuales recuperaron de Arthas un colgante que estaba cercano a su corazón y que contenía una imagen de Jaina. Cuando ella supo eso, se echó a llorar pues comprendió que en el fondo, él la seguía queriendo.