Blosc
Los Altos Elfos perdieron sus tierras, su capital y la Fuente del Sol. Todo sucedió muy deprisa, y la sociedad elfa acabó por transformarse. Pasaron a llamarse ellos mismos Elfos de Sangre y a partir de ese momento su agresividad aumentó considerablemente. Ya no estamos ante los mismos Altos Elfos, que existían hace tan solo unas semanas. Si bien continúan existiendo, son muy pocos. Para ponerlo peor, este pequeño grupo se mantiene fiel a sus antiguas tradiciones. Esta es la razón más importante, mucho más que el hecho de estar en facciones separadas (Alianza-Horda), que explica porque ambos están enfrentados.
Vamos a diferenciar a dos grupos y comentarlos por separado. Por un lado está Kael’thas y todos aquellos elfos que le siguieron hacia Terrallande. Por el otro lado encontramos a Lor’themar y todos aquellos que forman ahora parte de la Horda. Empezaremos por las aventuras del príncipe Kael’thas.
Introducción
Kael’thas Caminante del Sol es el hijo de Anasterian Caminante del Sol, rey de los Altos Elfos. No tiene más parientes que a su padre, así que la dinastía se moriría con él si no tiene descendencia. Pasó mucho tiempo en la ciudad mágica de Dalaran, estudiando la mágia. Los rumores señalaban que el príncipe elfo podría pertenecer al Consejo de los Seis argumentando su enorme capacidad para la magia. Dado que sus miembros eran secretos, nunca se pudo demostrar.
Se enamoró de Jaina Valiente, pero no fue correspondido: Arthas ocupaba el corazón de la maga. Si ya tenía celos del príncipe humano, todo empeoró cuando éste destruyó su querida tierra y mató a su gente y a su padre. En esos momentos cruciales, Kael’thas seguía en Dalaran y no participó en la defensa (algo que, seguramente, le salvó la vida). Reprochó a los magos de la ciudad el no ayudar a los elfos y, en consecuencia, no les ayudó a ellos cuando la Plaga llegó.
Viejos y nuevos aliados
Los Elfos de Sangre, liderados por Kael’thas Caminante del Sol, no adoptaron este nombre al azar: su mayor deseo era vengar a todos sus hermanos. Con esa meta en mente, y viendo que era imposible de realizar en solitario, se hubo de recurrir a viejas alianzas. Pero la Alianza de Lordaeron no era ya la misma que ellos recordaban, y no era debido a que se encontrara enormemente debilitada.
Los elfos no eran los únicos que se habían vuelto más agresivos y cautos. Entre los humanos esos sentimientos también despertaron. El líder de la Alianza no tenía mucho aprecio para cualquiera que no fuera humano y así lo hizo saber en más de una ocasión. Kael’thas tuvo que contenerse varias veces por el bien de su pueblo.
El líder de la Alianza dejó a los Elfos de Sangre sin apoyo alguno: todos los humanos y enanos que tuviera en ese momento bajo sus órdenes le fueron retirados para ser redistribuidos en otras localizaciones. Las fuerzas de la “Alianza” (compuestas ahora únicamente de elfos)tendrían muchos más problemas para hacer frente al ejército de no-muertos que se acercaba para recuperar la ciudad de Dalaran, recientemente capturada.
La salvación vino desde el mar con la llegada de un grupo de Nagas. Aludiendo a un pasado común, Lady Vashj quería ayudar a los Elfos de Sangre. Kael’thas dudó: volver a aceptar la ayuda de los Nagas conllevaba grandes riesgos para su gente; sin embargo, rechazar la oferta podía sentenciarlos a todos a una muerte casi segura. Creyendo que los humanos nunca se enterarían, aceptó.
Desgraciadamente, la verdad no pudo ser ocultada. Clasificados como traidores y sentenciados a muerte, los Elfos de Sangre no daban crédito a lo que estaba sucediendo. Los humanos acababan de destruir la amistad entre ambos pueblos. Entonces, Lady Vashj hizo su tercera aparición. Ofreció salvarlos a todo si juraban servir a Illidan. Kael’thas no tenía más que dos opciones: aceptar y vivir o quedarse y morir.
La locura de Kael’thas
Kael’thas cumplió su parte del trato, y declaró que los Elfos de Sangre seguirían a Illidan. Pero ponerse del lado del Traidor tenía sus consecuencias: sus enemigos automáticamente también eran los tuyos. A pesar de las veces que Malfurion y/o Tyrande pudieran perdonarle y salvarle, el número de Elfos de la Noche que le odiaba no era pequeño.
Su primer destino les llevó a combatir y derrotar a los demonios y orcos viles que servían a Magtheridon. En esta nueva guerra, entraron en contacto con una nueva raza, que, como ellos, estaba en combate constante contra los orcos. Se trata de un grupo de draeneis supervivientes liderados por Akama y que, como él, juran lealtad Illidan. Posteriormente, los orcos pasaron a engrosar las filas del Traidor y tanto ellos como los draeneis se convierten en nuevos aliados.
Illidan les ofreció, además, la posibilidad de vengarse. Kil’jaeden había sido claro: si el Rey Exánime no era destruido, él sufriría su cólera. Sin muchas ganas de morir, dirigió sus fuerzas hacia Rasganorte. Por fin, los Elfos de Sangre podrían deshacerse de la Plaga.
Tras la derrota de su maestro en corona de hielo, Kael’thas empezó a preguntarse si Illidan podría garantizar la supervivencia de su pueblo. Kil’jaeden, no tardó en darse cuenta de esta falta de confianza y adquirió unos nuevos sirvientes para sus oscuros planes. Los Elfos de Sangre traicionaron a Illidan y a los Nagas, a pesar de ser sus salvadores en varias ocasiones, por la promesa de una fuente de energía mayor. Kael’thas acababa de sentenciar su destino: ya no había vuelta atrás
Estableciendo su nuevo hogar en el Castillo de la Tempestad, después de conquistárselo a los Naaru, se ganó la enemistad de los Sha’tar y todo habitante de la Ciudad de la Luz. En uno de los asaltos que lanzó, fue traicionado: el comandante del ejército, Voren’thal, dijo ser un profeta y haber visto que la salvación estaba en las manos de A’dal y no su líder. Kael’thas perdía así algunos de sus soldados más poderosos.
Esto no le impidió continuar con sus malévolos planes en la zona conocida como Tormenta Abisal, transformándola en lo que podemos ver en el juego. Mientras tanto, en Azeroth, los Elfos de Sangre de Quel’thalas permanecían fieles a su príncipe y continuaban su lucha contra la Plaga…
