Los Elfos de Sangre que se configuraron como una resistencia en sus tierras ancestrales en los Bosques al norte de Lordaeron han tomado un camino diferente a aquellos de sus hermanos que decidieron seguir a su amado príncipe Kael’thas en su descenso a la locura.
En esta última edición sobre la relación de los Elfos con el resto de razas de Azeroth, nos centramos en Lor’themar Theron. Veremos que, como Kael’thas, ha de tomar decisiones desesperadas por el futuro de su raza, pero que su destino dista de ser el mismo.
Sobrevivir en el nuevo mundo
La fuerza principal de la Plaga tuvo que regresar apresuradamente a Rasganorte por la aparición de Illidan y sus seguidores. Por otro lado, en Lordaeron aparece una nueva fuerza que lucha contra la Plaga, debilitándola todavía más. Con estas condiciones, los Elfos de Sangre pueden recuperar casi la totalidad del Bosque de Canción Eterna y plantearse hacer lo mismo con las Tierras Fantasma.
Pronto descubren que, aunque las fuerzas de los muertos vivientes están menguadas, las suyas también; y la Plaga tiene la ventaja de crecer en número mientras los vivos sufren el efecto contrario. No pueden contener lo que queda de la Plaga ellos solos y temen que su líder, Dar’khan, lance un segundo asalto.
Aunque ya no forme parte del mundo de los vivos, Sylvanas Brisaveloz conserva todos sus recuerdos, tanto los buenos como los malos. Todavía siente aprecio por los Altos Elfos a los que perteneció y dio su vida por salvar. Es por ese motivo que envía una fuerza de apoyo a Lor’themar, el cual acepta viendo sus pocas posibilidades de supervivencia a pesar que no termina de ser de su agrado.
Una vez derrotado Dar’khan, Lor’themar reconoce que los Elfos de Sangre no podrán sobrevivir en este nuevo mundo que ha creado la Tercera Guerra por si solos. Conocedor de la traición de la Alianza a su raza, espera que sean aceptados en la Horda después de demostrar de lo que son capaces.
La Traición de Kael’thas
Los Elfos de Sangre se adentraron a Terrallande a través del Portal Oscuro con mucha ilusión. Esperaban encontrar allí el paraíso que Kael’thas les había prometido cuando llegaran. La realidad fue muy diferente: era un mundo destrozado y en guerra constante. Los aliados de Kael’thas se mostraban totalmente hostiles contra ellos y hasta sus propios hermanos que allí residían parecían estar en su contra.
Kael’thas regresó a Lunargenta, y lo que debió ser motivo de alegría, se convirtió en un desgraciado día para la sociedad de los elfos. Su amado príncipe vino acompañado de demonios de la Legión Ardiente y entraron en la ciudad por la fuerza. Después de “re-secuestrar” al Naaru llamado M’uru, siguió avanzando hasta la Fuente del Sol.
Los Elfos de Sangre, medio desconcertados por la traición de Kael’thas, ayudaron a la Ofensiva del Sol en lo que pudieron para detenerle. Los Elfos perdieron a su príncipe, pero recuperaron la Fuente del Sol. Por otra parte, los Draenei ya no les odiaban tanto, después de luchar juntos contra un enemigo común.
¿Horda o Alianza?
Para Garrosh Grito Infernal, los Elfos de Sangre eran la raza que más debía demostrar que merecían pertenecer a la Horda. Su política no terminaba de gustar a Lor’themar, pero tampoco podía hacer nada para oponerse a él. De igual manera, era totalmente incapaz de hacer frente a la Reina Alma en Pena, que le exigía cada vez más a cambio de su apoyo en efectivos.
Garrosh siempre demostró poco aprecio por las vidas de sus subordinados orcos. Entonces, el aprecio que mostraba por la vida de un elfo era por mucho, menor. Los usó en Pandaria para sus malvados fines, sin que Lor’themar pudiera evitarlo: un enfrentamiento con el Jefe de Guerra supondría la aniquilación de su raza. Estaba atrapado de la misma manera que lo estuvo Kael’thas.
Pero Lor’themar no estaba dispuesto a que esto siguiera su curso. Fue entonces cuando empezó a negociar secretamente con el rey Varian Wrynn de Ventormenta. El objetivo era regresar a la Alianza, una Alianza que los aceptaría como antaño y los protegerían de la inevitable cólera del Jefe de Guerra.
Cabe la posibilidad que todo fuera un plan de Garrosh Grito Infernal. Sea cierto o no, lo que sucedió ese día rompió toda esperanza de negociación. Jaina Valiente, tras descubrir que los Atracasol (o, al menos, una parte) trabajaban para la Horda, los expulsó de Dalaran. Todo aquél que rechazó el exilio fue encarcelado. Dalaran volvía a la Alianza oficialmente y rechazaba a los Elfos de Sangre, que habían vivido en ella por siglos.
Con la intervención de Taran Zhu, el odio entre el Kirin Tor y los elfos encontró una tregua temporal. Pero el problema principal no se había solucionado: los elfos no podían marcharse de la Horda, ni tampoco quedarse en ella. Lo único que podían hacer era cambiar la Horda: devolverla a su estado anterior. Y Vol’jin les ofreció esa posibilidad.
Ahora, formando parte de la Revolución de Vol’jin y trabajando conjuntamente con la Alianza, los Elfos de Sangre han combinado su flota con la de los Renegados con la intención de tomar las costas de Durotar y ayudar a asediar Orgrimmar. Su lugar está en la Horda.