¡Saludos, Comunidad!
Una vez iniciada la historia de los Humanos para dar trasfondo a la próxima película de Warcraft continuamos con la segunda parte, correspondiente a la Segunda Guerra. Desde aquí, un abrazo enorme de nuevo a Dsaille, Natea y Cemotucu que se han ofrecido en darnos sus guías oficiales. Forman parte del Staff de la edición de la WoWpedia inglesa, usando así todas las referencias de las novelas de Warcraft. ¡Disfrutad de la segunda entrega de la historia!
La Segunda Guerra y la Alianza de Lordaeron
Tras el desembarco de la flota de refugiados ventormentinos en Costasur, Lothar informó al rey Terenas Menethil de Lordaeron sobre los orcos y la amenaza que éstos significarían para el resto del continente. El soberano lordaeroniano convocó a los reyes humanos para discutir soluciones para hacer frente a la peligrosa Horda. En la cita en Ciudad Capital, a la que también acudieron los líderes de la Iglesia de la Luz, del Kirin Tor y la ciudad-estado de Kul Tiras, se decidió crear una fuerza militar unificada que protegería el continente de las peligrosas huestes que se abalanzarían desde el sur para aniquilar a la humanidad. Si bien los elfos de Quel’Thalas recibieron la petición de Lothar (el último de la línea de Thoradin) de ayudarle, en cumplimiento del milenario juramento, éstos sólo contribuirían con fuerzas mínimas.
La Alianza de Lordaeron, como había sido nombrada aquella gran coalición de naciones, había nacido y sus fuerzas militares serían lideradas por Lord Anduin Lothar, nombrado Supremo Comandante de la Alianza.
Pese a todos los preparativos, la Horda arrasó la ciudadela strómica de Tol Barad en su camino hacia norte del continente, lo que sería una antesala del desembarco en las Laderas de Trabalomas. Fue allí donde los ejércitos principales chocaron, terminando en un desvío de las fuerzas de la Horda hacia las Tierras del Interior. Lothar no dudó en movilizar sus tropas en ayuda de los habitantes de Pico Nidal, consiguiendo su adherencia a la Alianza en el proceso. Pero lo que los reportes enanos informaron reveló el ardid en que las fuerzas de elfos y humanos habían caído: tras haber ingresado en los bosques, la mayor parte de las fuerzas de la Horda siguieron hacia el norte, en dirección a Quel’Thalas, siendo las tropas restantes nada menos que distracciones. Ante esta realidad, Anduin Lothar debió tomar una rápida decisión para proteger el reino de los elfos: dividió sus fuerzas y dejó la mitad de ellas al mando de Turalyon, su segundo al mando, a quien encargo la expulsión de la Horda de los bosques élficos, mientras que él, junto al resto de sus fuerzas, permanecerían en las Tierras del Interior con tal de atacar las fuerzas de la Horda estacionadas allí y sus alrededores.
Con la ayuda de la Alianza, los elfos pudieron repeler la fuerza invasora liderada por Orgrim Martillo Maldito, que se vio obligada a retirarse hacia las montañas del sur. Al darse cuenta que ni Quel’Thalas estaba a salvo de la Horda, los elfos decidieron otorgar pleno apoyo a las fuerzas aliadas, y Turalyon se percató del próximo objetivo de la Horda: Ciudad Capital, el corazón de la Alianza. Y aunque el joven paladín sabía que los orcos tendrían que primero pasar por el reino de Alterac para atacar la ciudad desde su punto más débil, avisó a Anduin Lothar para que ambas partes del ejército se reunieran contra el enemigo mientras éste fuera retrasado por los alteraquíes.
Sin embargo, Lord Aiden Perenolde, Rey de Alterac, había sucumbido al miedo por la seguridad de su pueblo y durante el curso de la guerra, él se había pactado con la Horda con tal de que su reino no fuera arrasado y, al mismo tiempo, ambicionaba obtener más poder. Para ello, el monarca ordenó que ciertos pasos de las montañas de su reino fueran dejados sin vigilancia, permitiendo a la Horda derramar sus huestes a lo largo de la costa del Lago Lordamere, directo hacia Ciudad Capital. Tras comunicarse el asedio de la urbe al resto de la Alianza, el Rey Thoras Trollbane de Stromgarde, sospechando del rápido y no anunciado paso de la Horda por las montañas, marcho junto a su ejército a la ciudad capital del reino con la certeza de que Perenolde había traicionado a la Alianza: con la ayuda del General Hath, un oficial del ejército de Alterac arrepentido, impuso la ley marcial en la ciudad y corto el paso entre las montañas por los cuales las tropas de la Horda pasaban.
Alertados sobre el asedio, Turalyon marchó tan raudo como pudo junto a su ejército y enfrentó a la Horda a las puertas de la ciudad con tal de romper el asedio. No obstante, su primer intento resultaría infructífero, pese al gran número de enemigos con los que acabaron, hasta que, de pronto, la desesperación se apodero de la Horda después de descubrir que sus refuerzos en las montañas habían sido aniquilados y no poseían el número suficiente para reemplazar a sus guerreros perdidos, mucho menos resistir a la Alianza de Lordaeron. Con las puertas a punto de ceder y con la victoria al alcance de la mano, la Horda se vio acorralada por las fuerzas de Lordaeron y la Alianza de Lordaeron por un extremo, y las fuerzas de Stromgarde por el otro, lo cual le forzó a retroceder y detener su asedio. El asedio a Lordaeron había llegado a su fin.
La desesperada y gloriosa victoria de la Alianza de Lordaeron sobre la Horda a las puertas de la ciudad capital en el Reino de Lordaeron había dejado entrever un importante factor que Lord Anduin Lothar aprovecho a su favor: la Horda se estaba fracturando desde su interior. Buscando tomar ventaja de aquellos sucesos, el Gran General reunió a sus fuerzas y empujo a Martillo Maldito aun más al sur, mientras la flota de la Alianza liderada por Daelin Valiente derrotaba a parte de la flota de la Horda en la isla de Catacresta; al final los remanentes de la Horda se vieron forzados a retroceder hasta la fortaleza de la Cumbre Rocanegra en las Estepas Ardientes. Con solo dicha fortaleza interponiéndose entre la Alianza de Lordaeron y el caído Reino de Ventormenta que Lord Anduin Lothar se había prometido recuperar, Lothar se propuso asediarla hasta lograr la absoluta derrota de su enemigo o su rendición incondicional. No obstante, Orgrim Martillo Maldito, Jefe de Guerra de la Horda, no estaba dispuesto a rendirse y congregó sus fuerzas restantes para enfrentarse al ejército del Gran General. En medio del caos, Lothar se vio separado del grueso principal de sus fuerzas y vio forzado a combatir personalmente al Jefe de Guerra. Su largo y cansado combate personal culminaría con un golpe mortal de Martillo Maldito en la cabeza de Lothar, tras destrozar su espada. Creyendo que aquella muerte devastaría la moral de la Alianza de Lordaeron, Martillo Maldito se alzó victorioso sobre su adversario, pero su sorpresa no fue menor cuando Turalyon, su segundo al mando, apareció en el campo de batalla y se arrodilló ante el cuerpo del Gran General. Comenzó a brillar envuelto en una energía sagrada, tomar la destrozada Gran Espada Real de Lothar y desarmar a Orgrim antes de dejarlo inconsciente, solo para liderar la heroica carga final de la Alianza de Lordaeron sobre la Horda. Lejos de lograr disminuir la moral de su adversario, como Martillo Maldito esperaba, la muerte de Lothar solo había aportado fortaleza a su enemigo y ocasionado su derrota.
Con el mando del gran ejército de la Alianza de Lordaeron sobre los hombros de Turalyon al ser el segundo al mando de Lothar, Turalyon lideró sus fuerzas hasta el Pantano de las Penas y rodeo a la Horda en torno al Portal Oscuro, derrotando a los remanentes de su enemigo en aquella última batalla (la más sangrienta del conflicto) que concluyó con la destrucción del Portal Oscuro por parte del archimago Khadgar.
La Segunda Guerra había concluido.
Las consecuencias de la Segunda Guerra
Tras resultar victoriosa de la devastadora Segunda Guerra, la humanidad comenzó a recuperarse lentamente de las secuelas del conflicto: con tal de prevenir posibles futuras invasiones, los archimagos del Kirin Tor, el Rey Terenas Menethil II de Lordaeron, el Rey Thoras Trollbane de Stromgarde y el joven Rey de Ventormenta, Varian Wrynn, convencieron al resto de líderes de la Alianza de construir una fortaleza en el territorio de las Tierras Devastadas con tal de prevenir una posible segunda invasión de la Horda. Aceptando las condiciones, aunque algunos más dispuestos que otros, la Hermandad de Albañiles construyo la Fortaleza de Nethergarde por orden de la Alianza y el Archimago Khadgar fue dejado al mando de la fortaleza, con tal de permanecer siempre vigilante sobre el territorio que antiguamente albergara el Portal Oscuro.
Pese a que Anduin Lothar no logró vivir para ver su patria reconstruida, su sueño se vio cumplido después de que, tras la construcción de la Fortaleza de Nethergarde, se ordenara a la Hermandad de Albañiles la reconstrucción de la ciudad capital del antiguo Reino de Azeroth, la cual sería conocida como Nueva Ventormenta para luego solo adoptar el nombre de Ventormenta, así como el reino también. Del mismo modo, en memoria a Lothar, una estatua fue erigida en su honor en las Estepas Ardientes liderando lo que fuera su última carga contra su enemigo.
No obstante, los problemas también existían dentro de la Alianza de Lordaeron y la humanidad: en lo que a los orcos significaba, el Rey Terenas Menethil II confiaba en que algún día los orcos abandonarían su sed de guerra y conquista, mientras que el Rey Thoras Trollbane de Stromgarde y el Rey Genn Cringris de Gilneas, demandaban la ejecución de los prisioneros orcos de manera inmediata. Una idea apoyada por el Rey Anasterian de Quel’Thalas, también. Aun así, la Alianza de Lordaeron llegaría a concluir que los orcos debían de sufrir una sentencia de reclusión de por vida y por ende, construyeron distintos campamentos de internamiento para los prisioneros. Desgraciadamente, aunque la solución fue más que efectiva, las divisiones y desacuerdos entre las naciones humanas comenzaron a hacerse sentir dentro de la Alianza.
Sin embargo, la sorpresa se apoderó de toda la humanidad cuando apenas dos años después de la Segunda Guerra, la Horda reapareció en Azeroth y asaltó por sorpresa la Fortaleza de Nethergarde, para luego comenzar a desatar el caos en los suelos de la Alianza nuevamente. Esto provocaría que, pese a sus ideas iniciales, el Rey Terenas se convenciera de que los orcos se hallaban preparándose para una nueva invasión y tomara la drástica decisión de ordenar al General Turalyon y al Archimago Khadgar, reunir sus fuerzas y cruzar el reabierto Portal Oscuro con tal de llevar la guerra a la Horda en su propio mundo y ponerle un fin a su amenaza de una vez por todas.
Al instante, la renombrada Expedición de la Alianza liderada por los veteranos de guerra: Turalyon, Khadgar, Danath Aterratrols, Alleria Brisaveloz y Kurdran Martillo Salvaje, se adentraría en Draenor y combatiría a la amenaza orca. Por desgracia, todo contacto se perdería con ella después de que el Archimago Khadgar se viera forzado a cerrar el Portal Oscuro desde Draenor con tal de impedir que las caóticas energías que estaban destrozando el mundo de los orcos pudieran expandirse hacia Azeroth y provocar el mismo destino.
Posteriormente, las naciones humanas habrían de debatir entre ellas el destino del Reino de Alterac después de la traición de su Rey, Lord Aiden Perenolde. Desde el fin de la segunda guerra, el Rey Thoras Trollbane había demandado que la porción este del territorio del Reino de Alterac fuera anexada al Reino de Stromgarde en reconocimiento por sus esfuerzos y sacrificios durante el conflicto. Sin embargo, el Rey Terenas se había mostrado indeciso a la hora de actuar y cavilaba con la idea de entregar el trono de Alterac al hijo de Lord Aiden, Aliden. Por si fuera poco, al conflicto se sumaría el Rey Genn Cringris, quien apoyaba la demanda al trono del sobrino de Perenolde, Isilden, quien se había refugiado en Gilneas. Del mismo modo, otro posible sucesor al trono apareció en la disputa: Lord Daval Prestor, quien afirmaba poseer lazos relativos a Lord Aiden Perenolde. Sería Lord Daval Prestor quien, por un momento, accedería al trono de Alterac con el apoyo del Rey Terenas Menethil II, quien le casaría con su hija Calia con tal de cimentar la alianza entre ambos reinos, pero esto finamente no llegaría a nada tras la repentina desaparición del noble.
Abandonada a su propio destino, el Reino de Alterac quedaría en ruinas para siempre.
Los problemas continuarían y los temores del Rey Terenas quien, irónicamente, temía que la Alianza de Lordaeron se dividiera tanto como el antiguo Rey Thoradin temía que lo hiciera el Reino de Arathor, se harían realidad, especialmente por las tensiones políticas y económicas debidas, principalmente, a los altos impuestos recaudados para la reconstrucción del Reino de Ventormenta y la mantención de los orcos en sus campamentos. El Rey Anasterian, indispuesto a pagar por mantener con vida a los orcos que arrasaron sus fronteras, culpo al pobre liderazgo humano de lo ocurrido a su reino y retiro el apoyo de Quel’Thalas a la Alianza, lo cual provocó que el Rey Terenas le recordara que había sido gracias a ellos que su pueblo no había sido aniquilado. Las relaciones entre ambos pueblos y la Alianza llegaron a su fin de manera inmediata. De la misma manera y sin previo aviso, Gilneas se separó de la Alianza y el mundo entero tras levantar una gigantesca muralla conocida como la Muralla de Cringris, después de que el Rey Genn concluyera que era sino gracias a la Alianza que su nación se desangraba por pagar los impuestos por mantener con vida a su enemigo. Desgraciadamente, con tal de evitar mayores problemas, el Rey Thoras Trollbane propuso una ejecución masiva de los orcos con tal de concluir con los campamentos de internamiento y por ende, los impuestos, pero el Rey Terenas no aceptó, Así pues Stromgarde abandonó la Alianza de Lordaeron también.
Solo los reinos de Kul Tiras, Ventormenta y Dalaran permanecieron junto a Lordaeron como miembros de la Alianza, afianzando sus lazos y ayudándose en la reconstrucción de los daños ocasionados por el viejo conflicto.
La caída de Lordaeron
Pese al letargo en que se hallaban los orcos, uno de ellos, la llamada “mascota” de Aedelas Lodonegro, señor de la Fortaleza de Durnholde, la cual servía como uno de los campamentos de internamiento de los orcos, se había rebelado contra él e iniciado una revuelta que inmediatamente el Reino de Lordaeron trato de subyugar al temer que el llamado Thrall buscara reformar la Horda. No obstante, esta no sería la única amenaza que se cernía sobre el Reino de Lordaeron.
Kel’thuzad, un archimago de Dalaran el cual había sido expulsado del Kirin Tor debido a sus estudios prohibidos de la nigromancia, se había establecido en el norte de Lordaeron y empleo su fortuna e intelecto para expandir la influencia de su Culto de los Malditos dentro de la población, prometiéndoles igualdad y la vida eterna con tal de abandonar sus creencias en la Luz Sagrada y adorar a Ner’zhul. Del mismo modo, también empleo sus posesiones para impedir que sus movimientos pudieran llamar la atención de las autoridades del reino, especialmente al Kel’thuzad vislumbrar lo fácil que era manipular al pueblo debido a las consecuencias de la segunda guerra y los excesivos impuestos para mantener los campos de internamiento que se hallaban sufriendo constantes revueltas.
Solo tras varios meses de preparación, Kel’thuzad y su Culto de los Malditos liberaron una extraña enfermedad que comenzó a afectar los campos del norte de Lordaeron, llamando la atención de sus autoridades. Uther y sus caballeros, los cuales habían aceptado al Príncipe Arthas Menethil de Lordaeron entre ellos al nombrarle paladín, se dispusieron a investigar la extraña plaga que parecía extenderse por el norte con el apoyo de Lady Jaina Valiente, aprendiz del Archimago Antonidas de Dalaran.
Durante su misión, el Príncipe Arthas descubriría a Kel’thuzad en su tarea de expandir la plaga de muertos vivientes y le perseguiría hasta Andorhal, donde le daría muerte. Desgraciadamente, el príncipe descubriría que aquello no serviría de nada y que la enfermedad seguiría expandiéndose gracias al grano contaminado que se hallaba en Andorhal y el cual ya había sido distribuido al resto del reino. Desesperado, Arthas intentaría reprimir la enfermedad, llegando al extremo de purgar la ciudad de Stratholme con tal de evitar que sus habitantes se transformaran en muertos vivientes.
Decidido a poner fin a la Plaga, Arthas retorno a la ciudad capital de Lordaeron pese a los temores de sus camaradas al creer que el príncipe estaba sucumbiendo a la desesperación de los sucesos y perdiendo su humanidad, al mismo tiempo. En ella, formo una fuerza invasora conformada por la primera Legión y navego hacia el helado continente de Rasganorte. Allí, sus miedos y decisión terminarían siendo su fin, pues durante su campaña se mostraría dispuesto a pagar cualquier precio con tal de acabar con su enemigo y después de acabar con el Señor del Terror, Mal’ganis, abandonaría a sus tropas a su suerte en el techo del mundo para luego regresar a ellas y convertirlas en lo mismo que había jurado destruir.
Tras su campaña en el norte, Arthas regresaría a la ciudad capital en medio de un gran jolgorio y alegría por su victoria sobre el enemigo, y la paz que traía de vuelta al reino. Sin embargo, el horror se apoderaría de todos después de que el príncipe se arrodillara ante su padre en el salón del trono y luego, se acercara a él y lo asesinara, rindiendo el Reino de Lordaeron a la Plaga y propiciando su caída.
Redacción: Dsaille
Supervisión y Corrección: Natea, Cemotucu e Idril
¡Próxima entregatercera guerra!