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[SPOILER] Magni el Portavoz habla a la Alianza | Extracto #3 del libro Antes de la Tormenta en español

Reunión de Magni con la Alianza
 

Blizzard ha sacado dos nuevos extractos del libro Antes de la Tormenta, el cual no saldrá en español antes de la salida del juego, y que trata sobre Magni teniendo reuniones con todos los líderes de la Alianza y todos los líderes de la Horda sobre Azeorth y la Azerita.

Desde WowChakra aquí os dejamos traducido al español el primero de ellos, cuando Magni visita a los líderes de la Alianza.

Ver: Extracto #2 El Templo de la Luz Abisal
Ver: Extracto #1 Carta de Anduin a Sylvanas
Ver: Prólogo de Antes de la Tormenta

Descripción del Libro

Azeroth se está muriendo.

La Horda y la Alianza derrotaron a la demoníaca Legión Ardiente, pero una horrible catástrofe se está desplegando profundamente bajo la superficie del mundo. Hay una herida mortal en el corazón de Azeroth, realizada por la espada del titán caído Sargeras en un acto final de crueldad.

Para Anduin Wrynn, rey de Ventormenta, y Sylvanas Brisaveloz, jefa de guerra de la Horda y reina de los Renegados, hay poco tiempo para reconstruir lo que queda y aún menos para llorar lo que se perdió. La herida devastadora de Azeroth ha revelado un misterioso material conocido como Azerita. En las manos adecuadas, esta extraña sustancia dorada es capaz de increíbles proezas de la creación; en las manos equivocadas podría provocar una destrucción impensable.

Mientras que las fuerzas de la Alianza y la Horda compiten por descubrir los secretos de la Azerita y sanar al herido mundo, Anduin promulga un plan desesperado con el objetivo de forjar una paz duradera entre ambas facciones. La Azerita pone en peligro el equilibrio de poder, por lo que Anduin debe ganarse la confianza de Sylvanas. Pero, como siempre, la Dama Oscura tiene sus propias maquinaciones.

Para que la paz sea posible, generaciones de odio y derramamiento de sangre deben llegar a su fin.  Pero hay verdades que ningún bando está dispuesto a aceptar y ambiciones a las que se resisten a renunciar. A medida que la Horda y la Alianza se apropian del poder de la Azerita, su latente conflicto amenaza con reavivar una guerra total, una guerra que significaría la ruina de Azeroth.

 

Extracto Reunión de Magni  y la Alianza | Antes de la Tormenta

Magni Barbabronce los esperaba en la Sala de los Expedicionarios.

Anduin, quien una vez lo miró, impotente para ayudarlo, mientras el rey se transformaba agonizantemente en una piedra reluciente, había pensado que estaría preparado para encontrarse con el Magni despierto.

No lo estaba.

Magni estaba de pie bajo el esqueleto del pteranodon con la espalda hacia la entrada, sumido en una conversación con Velen y el Alto expedicionario Muninn Magellas. Falstad y Muradin estaban de pie a su lado, escuchando atentamente, con sus espesas cejas fruncidas con preocupación.

El Manitas mayor Mekkatorque, el líder de barba blanca de los gnomos, cuya actitud alegre desmentía su profunda y silenciosa sabiduría, también había sido convocado. Anduin había programado una reunión con él para el día siguiente. Los gnomos habían sido de incalculable valor contra la Legión, y quería asegurarse de tener la oportunidad de agradecer en persona a los más pequeños físicamente pero quizás los más grandes intelectualmente miembros de la Alianza. La presencia del consejero del Manitas mayor, el rudo guerrero capitán Tread Chispaboquilla, cuyo parche negro en el ojo era testimonio de sus años de experiencia en el campo de batalla, indicaba que no era una mera visita diplomática por parte de Magni. 

Cuando la brillante forma se giró hacia Anduin, el joven rey sintió como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago. Una cosa hecha de piedra no debería moverse tan grácilmente, ni su barba de diamante revolotear con ese movimiento. Magni no era el enano que había sido ni la estatua en la que se había convertido; era ambos y ninguno, y la yuxtaposición golpeó a Anduin a un profundo nivel. Sin embargo, un latido más tarde, la gratitud y la alegría lo inundaron ante las palabras de Magni.

“¡Anduin! ¡Cuánto has crecido!

La frase detestada por los niños de cualquier sitio fue transformada con el poder de la nostalgia y la llegada inexorable de la madurez. Era una frase tan común, tan real, que la ilusión de «otro» estaba tan destrozada como lo había estado la prisión de diamantes de Magni. La voz era cálida, viva y definitivamente la de Magni. Anduin se preguntó si la «carne» de diamante estaría también caliente, si debía tocar al ser que daba zancadas hacia él. Pero las esquirlas y fragmentos que salpicaban la forma del enano imposibilitaban los entusiastas apretones de manos y abrumadores abrazos a los que Magni había sido tan propenso en su anterior encarnación.

¿Habrían encontrado Moira y Dagran un modo de evitarlo? ¿Incluso el propio Magni habría deseado dejar los gestos con los que se había sentido tan libre durante su vida siendo de carne y hueso? Por el bien de todos ellos, Anduin esperaba que si. Moira le había pedido a Belgrum que cuidara de Dagran, quien había protestado sobre eso ya que quería encontrarse con su abuelo. Ya veremos, dijo ella. Su expresión no era dura, pero si preocupada.

Magni, dijo Anduin. Qué bueno verte de nuevo.

“Y tú y yo hija”. Magni giró sus ojos de piedra hacia Moira. «Me atrevo a esperar que una vez haya terminado mis deberes aquí, podría conocer a mi nieto. Pero, por desgracia, no es una visita para lo que he venido.

Por supuesto que no. Magni hablaba por Azeroth ahora, y eso era un gran y solemne deber. La mirada de Anduin parpadeó hacia el draenei. Velen no era un alma solemne. Él sonreía fácil y cariñosamente y a menudo se reía. Pero había conocido tanto dolor que eran esas líneas las que su antiguo rostro recordaba, cortando su cara como si hubieran sido cinceladas y ahora le daban una expresión sombría.

Magni miró a Moira, Anduin y Velen seriamente. «Os he buscado a los tres no porque todos seáis líderes de vuestros pueblos sino porque sois sacerdotes».

Moira y Anduin intercambiaron miradas de sorpresa. Anduin era consciente de que tenían esto en común, por supuesto, pero por alguna razón no le había dado mucha importancia.

«Ella tiene un terrible dolor», dijo él, su cara de diamante, aparentemente tan dura, se fruncía fácilmente en una mueca de empatía. Anduin se preguntó si el rito que había transformado a Magni significaba que ahora él podía sentir literalmente el dolor de Azeroth. Anduin pensó en la destrucción de Silithus, en el tamaño casi inconcebible de la espada que ahora se elevaba sobre el paisaje. Si el último intento de Sargeras de destruir Azeroth hubiera estado más cerca de tener éxito, fue un pensamiento aterrador.

«Ella necesita sanación. Y eso es lo que los sacerdotes hacéis. Ha dejado claro que todos deben sanarla o todos pereceremos».

Velen y Moira se volvieron el uno al otro. «Creo que las palabras que ha dicho tu padre son ciertas», dijo el draenei. «Si no atendemos a nuestro mundo herido, tantos como sea posible, entonces seguramente todos nosotros pereceremos. Hay otros que deben escuchar este mensaje».

«Sí», dijo Moira, «y creo que es hora de que el muchacho conozca al resto de nosotros».

Y al unísono, los dos se volvieron para mirar directamente a Anduin.

La frente de Anduin se arrugó confundida. «¿El resto de quién?»

«Otros sacerdotes», dijo Moira. «El Profeta y yo hemos estado trabajando con un grupo que es hora de que conozcas».

Y entonces Anduin comprendió. «El Cónclave. En el Templo de la Luz Abisal».

El mismo nombre pareció calmar el alma de Anduin, casi desafiando la historia del templo como la prisión de Saraka, un señor del vacío y una naaru caída y su ubicación en el corazón del Vacío abisal. Durante eones, los draenei habían estudiado la criatura. Solo recientemente habían sido capaces de purificarla. Ahora, como su verdadero ser, Saa’ra, la naaru se quedó, abrazando su antigua prisión como un santuario que ofreció a otros.

Anduin había oído sobre la lucha que se había desarrollado en los primeros días de la invasión de la Legión. Y sabía que muchos de los que ahora caminaban por sus sagrados salones, como la propia naaru, eran aquellos que habían caído en la oscuridad pero que habían sido devueltos a la Luz. Estos sacerdotes, conocidos como el Cónclave, habían contactado a otros en Azeroth para que se unieran juntos para ayudar a resistir la embestida de la Legión. Aunque la amenaza había acabado, el Cónclave aún existía, ofreciendo ayuda y compasión a todos aquellos que buscaran la Luz.

«Lo que el Cónclave hizo y continúa haciendo es muy importante», dijo Anduin. Durante la guerra, vagaron por Azeroth, reclutando sacerdotes para ayudar a aquellos que estaban en el frente de batalla contra la Legión. Ahora aún atienden a aquellos valientes luchadores que lidian con lesiones duraderas en cuerpo, mente y espíritu. No todas las cicatrices eran físicas. «Ojalá pudiera haber ayudado a sus esfuerzos durante la guerra».

«Querido niño», dijo Velen, «tú siempre has estado justo donde necesitabas estar. Tenemos nuestros propios caminos, nuestras propias luchas. El destino de mi hijo era el mío. El camino de Moira es superar los prejuicios y defender a los Hierro Negro que creen en ella. El tuyo fue suceder a un gran rey y gobernar a la gente que te ha amado desde tu nacimiento. Es hora de dejar de lamentarse. No hay lugar para ello en el Templo de la Luz Abisal. Es un sitio lleno solo de esperanza y determinación para seguir hacia donde la Luz nos guía y llevarla a los lugares oscuros que tanto necesitan su bendición.»

«El Profeta, como suele ser, está absolutamente en lo cierto», dijo Moira. «Aunque admito de que estoy complacida de finalmente ser capaz de compartir este lugar contigo. A pesar de la nefasta naturaleza de la actual visita, sé que encontrarás algún bálsamo para tu alma allí. Es imposible no encontrarlo.»

Hablaba como alguien quien hubiera encontrado un bálsamo para ella misma. Anduin pensó en el extraño material que llevaba guardado en su bolsillo. Había planeado mostrárselo a los Tres Martillos tras lo que había supuesto sería un paseo agradable. Ahora se dio cuenta de que nadie podría identificar mejor la piedra que Magni, quien todavía era uno con la tierra.

«Iremos, pero todavía no. Te agradezco tu mensaje, Magni. Y… hay algo que necesito mostraros. A todos vosotros». Resumió brevemente lo que sabía acerca del material ámbar, dándose cuenta mientras hablaba de que era realmente poco.

«No sabemos mucho», concluyó, «pero creo que tú puedes contarnos más».

Retiró el pañuelo y lo abrió. La pequeña gema brillaba con sus cálidos tonos azul y ámbar.

Los ojos de Magni se llenaron de lágrimas de diamante. «Azerita», suspiró.

Azerita. Al fin tenían un nombre para ello. «¿Qué es?» preguntó Moira.

«Oh», dijo Magni suavemente, con tristeza, «Os dije que estaba herida. Ahora podéis verlo por vosotros mismos. Esto… es parte de ella. Esto es… uf, es tan difícil describirlo con palabras. Su esencia, supongo que servirá. Más y más está llegando a la superficie».

«¿No se puede sanar a sí misma?» quiso saber Mekkatorque.

«Sí, ella puede y lo hace», replicó Magni. «No habéis olvidado el Cataclismo, ¿verdad? Pero esa cosa vil con la que ese bastardo la golpeó…» Sacudió su cabeza, como alguien quien está perdiendo a su amada. Anduin supuso que lo era.

«Hace un buen y noble esfuerzo, pero uno que está destinado a fracasar. Azeroth no puede hacerlo por si misma. No esta vez. ¡Es por esto que ella ruega por nuestra ayuda!»

Todo tenía sentido. Un sentido perfecto y devastador. Anduin pasó la pequeña muestra de Azerita a Moira. Como todos hicieron, se quedó asombrada, con los ojos abiertos, con la maravilla que estaba sintiendo.

«Te escuchamos», le dijo a Magni, mirando a lo más profundo de sus ojos de diamante. «Haremos todo lo que podamos. Pero también necesitamos asegurarnos de que esta… Azerita… no sea utilizada por la Horda».

El guijarro de Azerita ahora descansaba en las manos de Muradin. Él frunció el ceño. «Suficiente de esto y podríamos derrotar a una ciudad entera».

«Suficiente de esto», dijo Falstad, «y podríamos hacer añicos a la Horda».

«No estamos en guerra», dijo Anduin. «Por ahora, nuestra tarea es doble, y es clara. Necesitamos sanar a Azeroth y tenemos que guardar esto», y aceptó la Azerita, «a buen recaudo lejos de la Horda».

 
 

Written by Epsilon

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