Anub’arak fue una vez el Rey de Azjol-Nerub, conocido también como el Imperio Azjol o el Reino Araña, y fue uno de los muchos nerubianos que murieron durante la Guerra de la Araña. Fue alzado como no-muerto por Ner’zhul, quien levantó a muchos de los altos señores del Imperio nerubiano bajo su poder. Como señor de la cripta, fue obligado a usar sus poderes para pugrar el paisaje nevado de cualquier resistencia restante al reino del Rey Exánime. Pese a las súplicas de los que una vez fueran sus súbditos, masacró a aquellos nerubianos que intentaron oponerse a los no-muertos.
Cuando Kel’Thuzad viajó a Rasganorte, fue Anub’arak quien acompañó al mago a través de Azjol-Nerub y la necrópolis de Naxxramas para mostrársela. Por el camino, le hizo una demostración de lo que la Plaga era capaz de hacer.
Fue enviado a encontrarse con Arthas Menethil cuando éste llegó a Rasganorte, salvándole de un ataque por parte de los elfos de sangre antes de poder siquiera presentarse y contarle los planes de Ner’zhul. Ayudó a Arthas a establecer una base y planeó el ataque contra el dragón azul Sapphiron. Anub’arak le dijo a Arthas que tardarían demasiado luchando contra las fuerzas de Kael’thas y Lady Vashj y planearon ir por las ruinas subterráneas de Azjol-Nerub para llegar a Corona de Hielo, aunque dicho viaje sería peligroso.
Mientras atravesaban el Imperio Azjol, sus antiguos súbditos, a quienes debía matar para abrirse paso, le llamaron el rey traidor, sirviente del Rey Exánime y el que destruyó Azjol-Nerub. Se encontraron también con los supervivientes de la expedición de Muradin, liderados ahora por Baelgun, quienes informaron que un antiguo mal había sido liberado bajo el reino y que no dejaría que nadie abriera las puertas del Reino. Tras acabar con los enanos, Anub’arak y Arthas entraron en el Reino para encontrarse con aquello que los enanos les habían advertido: los Sin Rostro, extrañas criaturas malformadas que habían sido encarceladas bajo la tierra en épocas ya olvidadas.
Cuando entraron a la parte superior del Reino, un terremoto separó a Anub’arak de Arthas. El nerubiano y sus secuaces cavaron fervientemente entre los escombros para llegar a Arthas antes de que muriera por una de las tantas trampas dispuestas en las diversas salas de Azjol-Nerub. Impresionado por la resistencia de Arthas, lo llevó a la superficie de nuevo, donde se enfrentaría casi de inmediato contra Illidan Tempestira y sus siervos en la batalla por el Trono Helado. Anub’arak, raudo, defendió a Arthas activando mágicamente los cuatro obeliscos que rodeaban el pináculo de Corona de Hielo. Cuando los obeliscos se activaron, Anub’arak estuvo junto a Arthas cuando éste subió las escaleras que le llevarían a su destino.
Anub’arak regresó a su hogar, Azjol-Nerub. Desvirtuó y deformó lo que otrora fuera su patria en la miseria que es hoy. Lideró un ejército de nerubianos no-muertos quienes, como su dirigente, se comprometieron a servir al Rey Exánime.
Tras su derrota en Azjol-Nerub, Anub’arak fue resucitado una vez más por el Rey Exánime y mejorado con poderes gélidos. Fue enviado para plagar el Torneo Argenta, residiendo en sus profundidades heladas bajo el Coliseo del Cruzado, donde fue derrotado por última vez.