Os mostramos el Lore relacionado con las Cumbres de Arak y el destino de los Arakkoa según los sucesos vividos por los jugadores en Warlords of Draenor.
Lore de criaturas: El pueblo Arakkoa
Los Dioses de Arak
Hace miles de años, en la región de Cumbres de Arak, en Draenor, existieron tres dioses que convivían pacíficamente en la zona. Rukhmar era un pájaro de fuego. Le gustaba volar por los altos de los cielos para sentir el calor del sol. Anzu, el dios cuervo, prefería las horas del crepúsculo. Sethe, el dios serpiente, le gustaba sentir el aire, ya que no sentía el calor del sol.
Un buen día, Sethe decidió atacar a Rukhmar para dominar los cielos. Pidió ayuda a Anzu pero él no se la dió. Decidió traicionarlo avisando a Rukhmar de que iba a ser atacada.
Durante la batalla entre estos dioses y sus seguidores, Anzu se quedó observando sin hacer nada. Solo actuó cuando Rukhmar estaba en ventaja y en un movimiento un poco cobarde le da el golpe de gracia a Sethe. Antes de morir y descubriendo la traición del dios cuervo, Sethe pronunció la siguiente maldición: «Mi sangre y mi cuerpo corromperán todo y pudrirán la tierra«.
Anzu decidió comerse el cadáver de Sethe para que no se extendiese la maldición. Tan solo quedo una gota de sangre, que en la actualidad se conoce como Cuenca de Sethekk. Poco después Anzu empezó a ser afectado por la maldición perdiendo la capacidad de volar. Malherido y delirando se refugió en el reino de las sombras. Rukhmar, siendo testigo de esto juró no volver a pisar el suelo. Creó una raza con su imagen y homenajeando a Anzu, los hizo mas inteligentes que sus antiguos hijos, los Kaliri. Así nacieron los Arakkoa alados.
El Rey desterrado
Esta nueva raza tenía su capital en Trecho Celestial y estaba dirigida por los sabios, un grupo de los mas inteligentes de los Arakkoa. De todos los Arakkoa surgió uno que sobresalía del resto: su nombre era Terokk.
Pronto su pueblo se dió cuenta de su potencial y empezaron a seguirlo. Incluso se llegó a decir que era la reencarnación de Rukhmar. Esto generó cierta envidia a los sabios Arakkoa y decidieron desterrarlo junto a todos sus seguidores. Tal era el odio que le tenían, que lo arrojaron al lugar mas maldito que conocía su civilización; la Cuenca maldita de Sethekk.
Terokk era mortal, enseguida la maldición de Sethe le hizo perder la capacidad de volar y le afectó a sus sentidos. Alguien que llevaba escondido mucho tiempo sintió empatía por él. El dios Anzu volvió del reino de las sombras para ofrecerle su ayuda. Le enseñó a sobrevivir a la maldición y le dió su ojo para que contactase con él cuando tuviese problemas. Después de hacer lo que consideraba correcto, Anzu se volvió a esconder una vez mas.
Mientras, Terokk ayudó a su gente a llevar la maldición. Fundaron una nueva sociedad, los Arakkoa desterrados. Los adeptos y sabios de Rukhmar, desconcertados por la supervivencia de sus hermanos, los consideraron una amenaza. Tomaron la decisión de erradicarlos a todos. En Skettis, la nueva capital Arakkoa, su líder estaba cada vez más consumido por la maldición. Empezó a experimentar con los de su propia especie con la esperanza de conseguir una cura para la maldición. El matar a su propia gente ya era muy preocupante. Los Sacerdotes de la garra, que se dedicaban a estudiar el Reino de las sombras, decidieron al fin encerrar a su líder allí, para intentar calmar su sufrimiento.
Este es el momento en el que se crea un vacío de poder. Los Arakkoa desterrados se separan en varios grupos. Unos huyen hacia Talador, luchando por sobrevivir, ya que los adeptos de Rukhmar seguían cazándolos sin descanso. Uno de ellos, el «Rey Garra Ikis» se autoproclamó líder de todos los Arakkoa y en su locura pensaba que era la reencarnación de Terokk. Intentaba dominar a Anzu a su voluntad.
Misiones de los jugadores
Por último, los Sacerdotes de la garra se quedan en la capital, buscando a Terokk, perdido en el reino de las sombras. En Draenor cambia el destino fatal de esta raza gracias a los jugadores. Recuperamos las reliquias de Terokk en Skettis y escoltamos a un escribiente, que llega sano y salvo, a una importante reunión de la organización. Durante el camino hacia Velo Terokk, encontramos el ojo de Anzu, ese objeto místico que contactaba con el dios, desaparecido desde que Terokk marchó. Una vez que contactamos con Anzu, nos confirma que el Rey Garra Ikiss ahora sigue al Dios maldito Sethe y que lo están sometiendo lentamente a su voluntad. Una vez que matamos al falso rey, Sethe y Anzu luchan una segunda vez.
Anzu gana la batalla recuperando su voluntad. Después de encontrar a los Sacerdotes de la garra que faltan, el Señor de las sombras Iskar invoca la sombra de Terokk. El mensaje del líder es directo: No deben depender de él y deben defenderse de todos sus enemigos.
Por fin los Arakkoa desterrados buscan justicia. Con la ayuda de Anzu y su consorte contratacan a los sabios en su propia capital, el Trecho celestial, matando finalmente a la Suma sabia Viryx y derrocando a los adeptos de Rukhmar. Los supervivientes de la larga guerra civil se unen formando «la Orden de los despiertos» con el objetivo de reconstruir su civilización con los artefactos de sus antepasados; los Apexis.
No para todos los Arakkoa hay final feliz. Uno de los últimos Sacerdotes de la garra, tras su frustración por no poder traer a Terokk del mundo de las sombras y no conseguir una cura para la maldición, es corrompido por la Legión Ardiente. El Señor de las sombras Iskar, otra vez con sus alas, se convierte en un peligroso enemigo junto con Gul’dan y su consejo.