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Con G de Warcraft: Refuerzos

Hacía ya tiempo que la Tercera Guerra habia llegado a su fin y las razas mortales habían empezado a reconstruir el mundo. A medida que un nuevo orden se establecía, basado en la división de la tierra entre dos facciones más o menos igual de poderosas, pero con la interacción de otras de más pequeñas, que jugaban un importante papel en sus respectivos terrenos (véase el Alba Argenta en las Tierras de la Peste o el Círculo Cenarion en Silithus), viejos enemigos maquinaban en la sombra como realzarse una vez más. Muchos fueron derrotados, como Ragnaros y Kel’thuzad (vencidos pero no-muertos), pero no todos. Por suerte, también había aliados por reclutar y que debían ser cruciales para los conflictos venideros. Quizá la Batalla de Hyjal no fue lo último de la Legión.

En algún punto del tiempo, al mismo tiempo que tenían lugar todos los acontecimientos narrados en la edición anterior, tuvieron lugar dos sucesos de gran impacto político e histórico. Una antigua raza se despertaba de su involuntario letargo y otra llegaba a Azeroth proviniente de otro planeta. Nos referimos a los elfos de sangre y a los draeneis.

Los elfos de Lordaeron

El fin de una sociedad

Segunda GuerraLos altos elfos, descendientes de los altonato elfos de la noche, se habían asentado milenios atrás en los bosques al noreste del actual Lordaeron (ya que por aquel entonces la humanidad no habitaba estas tierras). Su nación se forjó con la sangre de todos los que cayeron en la guerra contra los trols Amani de Zul’Aman y durante siglos prosperó. Los elfos, ya fuera por su pasado, por su longevidad con respecto a otras razas mortales o su mayor conocimiento de la magia, se consideraban superiores a la mayoría de las razas de Azeroth.

Su arrogancia les llevó a no querer participar en la Segunda Guerra al considerarla un asunto de los hombres: ningún elfo debía dar su vida por un asunto que no les afectaba. Seguros de que los orcos jamás llegarían a sus fronteras y de que, de hacerlo, serían rechazados sin dificultad, el rey Anasterian se limitó a mandar un pequeño ejército de soldados a la Alianza de Lordaeron. Y eso simplemente se debió a que la petición de ayuda venía de Anduin Lothar, el ultimo de los Arathi, con quienes los altos elfos estaban en deuda. Esto explica la rápida salida de Quel’thalas de la Alianza una vez terminada la guerra: el pacto no les era favorable y, nuevamente, no eran su problema.

Los acontecimientos se repitieron el la Tercera Guerra. Participando a título inividual, la raza élfica no ayudó a sus antiguos aliados humanos. Otra vez, los enemigos volvieron a sorprender a los elfos en su propia tierra. Ni las barreras mágicas ni los árboles detuvieron al ejército invasor. Arthas nunca se retiró, nunca se desvió. Avanzó en línea recta sin detenerse y llegó a la Fuente del Sol, el objeto más importante de la sociedad de los elfos, algo que incluso les dio su aspecto físico actual, diferente del de sus antepasados de Kalimdor.

Los bosques que tanto cuidaron, la ciudad de la que estaban tan orgullosos, el rey al que tanto querían y la Fuente que tanto significaba para ellos. Todo se desvaneció en cuestión de días. Y eso sin contar que los muertos, sus hermanos, se levantaron como enemigos. Fue el caso de Sylvanas Brisaveloz, General de los Forestales y máxima autoridad en temas de defensa de la nación; pero no fue lo único. Kel’thuzad Resurrección de Kel'thuzadcontaminó la Fuente del Sol, origen del poder de los elfos, al resucitar usando sus enormes energías, obligando así a los supervivientes a destruirla antes de verse afectados.

El impacto en la sociedad fue terrible. La mayoría de los elfos cambiaron: se volvieron más agresivos y directos. La venganza entró a formar parte de sus vidas. Incluso se buscaron un nuevo nombre, más acorde a su nuevo estado. A partir de ahora se les conocería como elfos de sangre, en recuerdo a todos los que cayeron defendiedo su hogar. Al fin, volvieron a la Alianza, ahora formada por la resistencia humana y la ayuda de los enanos.

Amigos y Enemigos

El rey había muerto intentando proteger la capital, pero la dinastía continuaba en su hijo, Kael’thas Caminante del Sol. Convertido de esta forma tan repentina en el líder de una raza que todavía intentaba recuperarse de lo sucedido, ni siquiera tuvo tiempo de permanecer con su gente. Una vez formalizaron su regreso a la Alianza para sobrevivir, fue llamado para combatir en otros frentes, lejos de su gente. La defensa de lo poco que quedaba de Quel’thalas libre de muertos recayó en manos del resto.

La noticia de la traición de la Alianza debió ser terrible para esta raza tan golpeada. No era únicamente que les habían expulsado de la unión, sino que ahora los humanos tenían ordenes de matar/capturar a cualquier elfo que vieran. Sin embargo, su príncipe, que había escapado rápidamente de la prisión junto con el resto, supo dar ánimos a su pueblo. Kael’thas había viajado hasta Terrallande buscando a Illidan y una cura para su sed de magia, y había enviado un mensajero hasta Quel’thalas para informarles a todos de las novedades. También les animó a unise a él en un nuevo hogar que estaba construyendo en Tormenta Abisal (que antes de su transformación, se parecía a Páramos de Poniente). En cualquier caso, les enseñó nuevas fuentes de poder para reemplazar a la Fuente del Sol: los demonios poseían gran cantidad de poder que ellos podían robarles. Se trataba de energía vil, pero la sed pudo a la razón.

Quel'thalas invadidaPero la mayoría no quiso irse. Quel’thalas era su hogar. Hacía milenios que vivían ahí. Muchos pensaban que su obligación era defender esas tierras y recuperarlas. Kael’thas nombró un regente en su ausencia, alguien que asumiera el papel de ííder. Ese fue Lor’themar Theron, el segundo al mando de los Forestales y mano derecha de Sylvanas. Su único objetivo siempre fue limpiar de muerte todo el bosque.

Pero con solo desearlo no era suficiente. Su raza estaba muy debilitada y Kael’thas se había llevado a muchos (y de los mejores) con él. La Plaga, si bien no era la misma fuerza que había golpeado hacía años, al llevarse Arthas a la mayoría y dejando un grupo para terminar el trabajo, continuaba siendo muy peligrosa. La verdad es que los elfos apenas podían mantener un control real en el Bosque Canción Eterna. E incluso allí la se podía observar un buen número de muertos en la Cicatriz Muerta.

Por si fuera poco, los no-muertos no eran el único enemigo. Los trols Amani consideraron que era un buen momento para resurgir y recuperar esas tierras y se alzaron desde el este. El oeste fue ocupado por los desdichados, elfos que habían caído en la sed de magia y habían perdido la cordura. Ambas amenazas no se podían comparar a la de la Plaga, pero obligaban a las autoridades a manter un numero de tropas dedicadas a ellas.

Las Tierras Fantasma eran, por lo general, y exceptuando Zul’Aman y sus proximidades, terreno de la Plaga. Las lideraba Dar’Khan, un alto elfo caído que se había unido a Arthas buscando más poder. Este antiguo amigo de Lor’Themar no se detendría a la hora de matar a sus antiguos hermanos para conseguir sus fines. Los elfos no tenían nada que hacer más allá del rio que separa las dos zonas.

Desesperados y superados, Lor’Themar Theron tomó una decisión que lamentaría años después: aceptar la ayuda de Sylvanas. La Dama Oscura, a pesar de su no-muerte, recordaba su feliz vida como alta elfa y los hermosos bosques que rodean Quel’thalas. Esto, sumado a su odio por toda la Plaga en general y en especial por Arthas, hizo que quisiera enviar tropas armadas hasta allí. Con la ayuda de los Renegados, los elfos pudieron establecer una avanzada efectiva en las Tierras Fantasma, con la que complementaban el asentamiento de los Forestales algo más al norte.

La Dama OscuraDesde ahí y con más soldados, poco a poco expulsaron a los no-muertos de todos y cada uno de los antiguos pueblos, ahora en ruinas. Finalmente, fueron capaces de lanzar un asalto en Ciudad de la Muerte, la base enemiga principal, y matar a Dar’Khan. Después de casi 6 años de lucha interminable, parecía que al fin la paz había llegado para ellos. No obstante, pronto se vieron metidos en la política internacional. Azeroth se había dividido irremediablemente en dos bandos: Horda y Alianza. Tan cerca de las Tierras de la Peste no iban a poder sobrevivir y quién sabe si orcos o humanos intentarían invadirles por cuestiones estratégicas.

Con el recuerdo de la traición de la Alianza como el más reciente y puesto que los Renegados les habían ayudado, Lor’Themar tomó una importantíssima decisión: unirse a la Horda. Se desconoce si lo consultó con Kael’thas o si por su grado de regente, lo hizo al tener suficiente autoridad. De una forma u otra, el Jefe de Guerra Thrall recibió la petición oficial, que llevaba la marca de Sylvanas para darle más peso, de los elfos de sangre a entrar en la facción. Con esto, la Horda afianzaba su posición en Lordaeron y Sylvanas ganaba un aliado cercano por si los humanos de Ventormenta se atrevían a intentar algo.

Debió ser difícil para todos ellos aceptar esta nueva decisión. Todos recordaban que la primera Horda había quemado los bosques y matado a varios elfos en su ataque durante la Segunda Guerra. Y era muy difícil diferenciar a simple vista un no-muerto de la Paga de un Renegado. Eso sin contar que algunos Renegados habían participado en invasión de Quel’thalas (Sylvanas, por ejemplo). Hubo quienes ya no pudieron soportarlo más y se marcharon: o bien volvieron a la Alianza (ya no estaba Garithos) o bien se declararon neutrales y no se inmiscuyeron en los asuntos del exterior. Los elfos que se marcharon a Terrallande con los Hijos de Lothar eran fieles a la Alianza. Fue una sorpresa muy grande para ellos descubrir lo que le había pasado a su hogar una vez se reabrió el Portal, pero denunciaron públicamente las acciones de sus hermanos al aferrarse a la energía vil, despreciar las antiguas tradiciones y no quiseron saber nada de ellos.

Se llamaban draeneis

El mal nunca olvida

Azeroth no es el único planeta con vida en el universo. Esto le quedó claro a la humanidad cuando la primera Horda llegó por el Portal Oscuro. Era una idea que los elfos de la noche ya sabían de primera mano: diez mil años atrás se habían enfrentado a la Legión Ardiente en una guerra por decidir el destino no solo de su raza, sino de todo el planeta. No estaban solos, y pronto alguien más iba a hacer acto de presencia.

Tras milenios en constante movimiento, parecía que los draeneis al fin habían encontrado un planeta en el que podían establecerse. Draenor, mundo natal de los orcos y muchas otras criaturas, se convirtió en el hogar de esta raza refugiada. Expulsados de su planeta original, Argus, cuando más de dos tercios de su raza (los eredar) se ofreció voluntariamente a servir a Sargeras a cambio de una promesa de más poder, los draeneis (nombre que ellos mismos adoptaron) empezaron a huir.

El EmbaucadorConvertido en uno de los señores más poderosos de la Legión, solo superado por Sargeras y equiparado a Archimonde, Kil’jaeden juró que encontraría a esos traidores. El Embaucador no descansaría hasta que el Profeta Velen y todos los que le seguían estuvieran muertos. Una y otra vez, su red de espías localizaba a los draeneis en un planeta y rápidamente se daba la orden de invasión. El Profeta, por su parte, era capaz de prever el ataque y todos eran evacuaos en su nave. Las razas nativas, no obstante, eran abandonadas a su suerte.

Pero en Draenor la cosa fue diferente. La nave cayó en las praderas de Nagrand y dejó de funcionar; la nombrada montaña de Oshu’gun fue abandonada ahí por sus viajeros y es ahora objeto de adoración por parte de los ocos. Sabiendo que ya no tenían nave, los draeneis lograron formar una colonia muy próspera, hasta que al final creyeron que por fin habían escapado de sus perseguidores. Hermosas y grandes ciudades se levantaron y se extendieron por todo el planeta. El uso de su tecnología siempre era muy útil para lograr cierta seguridad, y eso que la mayor parte se había perdido y olvidado. Se podría considerar que Argus sería muchísimo más imponente de lo que acabó siendo Karabor o Shattrath.

Por aquel entonces, los orcos eran una raza primitiva dividida en clanes y con creencias chamánicas. El abismo entre las dos culturas era enorme. Los contactos que mantuvieron fueron puramente comerciales y neutrales. Los orcos, con escasa escritura, pronto olvidaron que los draeneis no eran de aquí, al igual que olvidaron que Oshu’gun no siempre había estado ahí. Cuando Velen se reunió con los jóvenes Durotan y Orgrim, se entristeció al pensar que algún día los demonios llegarían y, lograran los draeneis escapar o no, era seguro que toda la raza orca moriría, como habían muerto todos los nativos de todos los planetas en los que habían estado: portaban la muerte. Pero Velen estaba convencido, tras conocer a los Naaru, que su raza no debía perecer aún; llegaría el día de la gran batalla contra la oscuridad y ellos debían estar allí.

Tal y como el Profeta sospechaba, uno de los agentes de Kil’jaeden les encontró finalmente. Astuto como siempre y habiendo aprendido la lección, el Embaucador optó por un camino diferente. No lanzarían una invasión a gran escala. Estaba claro que desconocía la incapacidad de los draeneis para escapar, como en el pasado. Tras un largo tiempo de observación, se dio cuenta que los orcos eran fácilmente manipulables. Cada clan tenía una confianza absoluta en su chamán, así que sólo bastaba con engañar a uno para que éste guiara al resto. Ner’zhul, del clan Sombraluna, era el más venerado, conocido por todos los orcos; era el indicado.

El ataque de los orcos pilló por sorpresa a las partidas de caza draeneis. No pasó mucho tiempo hasta que los engañados orcos se atrevieran con las poblaciones. Si bien normalmente los draeneis no tendrían ninguna dificultad en reducir a los orcos, haciendo uso de su superior tecnología, sus enemigos habían aprendido técnicas nuevas. Gul’dan había enseñado la brujería a la mayoría o totalidad de los chamanes. Estos brujos usaban su magia para ignorar cualquier tipo arma o armadura e invocaban a demonios menores para que les ayudaran en combate. Fue en este punto en el que Velen se dio cuenta de quién estaba detrás de todo esto. Pero era demasiado tarde.

La guerra se extendió por todo Draenor, ninguna población draenei quedó al margen del conflicto. Tras la destrucción de Shattrath por una horda roja de orcos, se creyó que ya no quedaban más draeneis, aunque se descubrieron algunos a lo largo de los años, incluso después de la apertura del Portal Oscuro. El Profeta y otros habían logrado escapar y esconderse; durante años esperaron.

Cayeron del cielo

La oportunidad de escapar apareció con la llegada de los naaru a Terrallande. Estos seres habían venido con una impresionante nave. Abandonándola prácticamente, Kael’thas y los suyos la conquistaron sin dudarlo. Los draeneis se dividieron entre aquellos que decidieron quedarse y reconstruir Shattrath junto a los recién llegados naaru y los que querían marcharse cuánto antes.

El Profeta Velen lideró personalmente al segundo grupo en un asalto al Castillo de la Tempestad. Su objetivo era apoderarse de una de sus partes y usarla para escapar. Tan pronto ocuparon la extensión conocida como El Exodar, la activaron sin un rumbo concreto. Ni siquiera esperaron a terminar la batalla: una vez entraron todos, lo pusieron en marcha.

En medio del caos, los elfos de sangre seguidores de Kael’thas estropearon El Exodar. Debido a ello se estrelló contra un planeta al azar, Azeroth. La nave quedó gravemente dañada y muchos de sus ocupantes fueron heridos o muertos. Se podían encontrar restos de El Exodar por todas partes. Los supervivientes se empezaron a organizar para atender mejor a los heridos y empezar a formar asentamientos. También los elfos lograron sobrevivir al choque. Por todo lo que habían hecho en Terrallande y durante el viaje, los draeneis sintieron odio hacia esta raza.

No sabían dónde estaban, aunque eso no importaba demasiado. Después de todo, su vida se basaba en ir de un planeta a otro. Fue el destino que hizo que en la parte sur de la isla hubiera un pequeño asentamiento de la Alianza. Los draeneis entraban así en contacto con los elfos de la noche y los humanos. Confundidos en un principio con los Eredar de la Legión Ardiente, pronto lograron hacer cambiarles de opinión. Éste fue uno de los factores que llevaron a los draenei a unirse a la Alianza, pero hay más.

Siempre un pueblo independiente que no se suele relacionar con los demás, en Azeroth los draeneis tuvieron que elegir. Se podría decir que la Alianza fue la primera que dio con ellos. Pero no podemos olvidar que la Horda estaba formada por varias razas que podríamos considerar «enemigas». En primer lugar, y como más importantes, estaban los propios orcos. Algunos de ellos, como Varok, habían matado a los suyos hacía años (no tantos, si tenemos en cuenta la enorme longevidad de los draeneis, de los que se discute si son o no immortales). En segundo El Exodarlugar tenemos a los elfos de sangre: los de Azeroth eran en aquel muy parecidos a sus hermanos de Terrallande. Finalmente, la Horda contaba con la indiscutible ayuda de los Renegados, seres nada queridos por la Luz Sagrada.

En contraposición, la Alianza ofrecía un lugar más tranquilo y acorde con su filosofía. Compartían enemigos comunes y varios de sus miembros seguían las enseñanzas de la Luz, ya fuera como paladines o como sacerdotes. Además, la poximidad con Darnassus lo facilitaba todo. Con ello, los draeneis reforzaban a los elfos de la noche en su contínua disputa con la Horda en Vallefresno y otros lugares de Kalimdor e introducían, gracias a Nobundo, las enseñanzas chamánicas a sus nuevos aliados.

Ambas razas ayudaron a su facción correspondiente en los acontecimientos finales de Vanilla, pero su verdadero protagonismo todavía estaba por llegar. Los elfos de sangre y los draeneis todavía tenían unos papeles que jugar en la historia de Azeroth; el capítulo de Terrallande aún tenía una página más.

Agradecimientos

Después de tanto tiempo he retomado esta sección de Lore tan ambiciosa. Pero este artículo en particular no habría sido posible sin la ayuda de una compañera, también colaboradora en WowChakra: Alherya, nuestra escritora, traductora y artista en sus ratos libres. Gracias a su aportación, el texto no se parece en nada del original que hice y el resultado es mucho mejor en mi opinión. Agradecerle también su gestión de las imágenes y la creación de la cabecera.

 

 

Written by Blosc

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