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Segundo extracto en español de la novela Shadows Rising precuela de Shadowlands

Segundo extracto en español de la novela Shadows Rising precuela de Shadowlands
 

Blizzard anunció la precompra de la novela y con el anuncio, añadió un segundo extracto del contenido.

Hemos traducido al español el segundo extracto. Puedes verlo en inglés aquí.

Aquí podéis descargar y leer el primer extracto en español de la novela.

Descarga el primer extracto en PDF (ES)

Segundo extracto de Shadows Rising en español

Recordad que este extracto tiene SPOILERS de la trama futura de World of Warcraft.

“¿Cuántos?”

El rey de Ventormenta escuchó las últimas campanadas de la catedral. Los últimos rayos de sol de la tarde atravesaron las vidrieras superiores, proyectando sombras tristes por el alto altar. Era una imagen melancólica, una que solo ensanchaba el vacío del estómago de Anduin. Esperó en el eco de las campanas mientras el obispo con voz suave, Arthur, vestido todo de negro, dorado y crema, abría la puerta que conducía a las criptas debajo de la Catedral de la Luz.

“Seis”. La respuesta vino de uno de sus amigos cercanos y consejero de confianza, Genn Cringris, rey de Gilneas. “O más bien, el IV:7 ha encontrado seis. Nadie puede decir con seguridad cuántos fueron arrastrados por las mareas”.

“Más podrían permanecer ocultos” señaló el Alto Exarca Turalyon. Se erguía alto y ancho con una armadura forjada por la luz plateada y de oro, pulida e impresionante. Con barba y cicatrices, cada centímetro de Turalyon reflejaba a un soldado veterano y endurecido. Los dos hombres siguieron a Anduin por el camino sinuoso que serpenteaba hacia las catacumbas. “Shaw envió al menos a una docena para vigilar las aguas entre la costa de los Zandalari y los Reinos del Este.”

“Vayamos donde nadie pueda escucharnos”. Les dijo Anduin susurrando.

Aunque la catedral se había vaciado en gran medida después del servicio de la tarde, quedaban algunos hermanos y sacerdotes. Naturalmente, curioseaban; ¿quién no estaría ansioso por ver en persona al rey de Ventormenta, acompañado por unos guerreros tan ilustres? Para la gente de Ventormenta, Turalyon en particular era prácticamente un mito. Su noble imagen había sido conmemorada para siempre con una estatua en el Valle de los Héroes, encima del puente que conduce a la ciudad. Había ayudado a forjar los Caballeros de la Mano de Plata y había acompañado a los héroes de leyenda como Uther el Iluminado y Tirion Vadín.

Los tres pausaron la conversación, siguiendo el largo descenso a las criptas. Anduin se apresuró, aunque temía lo que le esperaba abajo. Aun así, siguió, pues era su deber saber que les había sucedido a las tripas enviadas en su nombre.

El aire se hizo más frío, el olor a barro y ladrillo le recordaba a los días lluviosos de otoño. Le seguía el olor a aire viciado y polvo, luego un ligero perfume de flores secas y hierbas – una débil defensa contra el inconfundible olor a carne en descomposición. Cadáveres frescos.

En el fondo de las criptas, donde hacía tanto frío como para perturbar a un hombre vestido con pieles, se encontraron una hilera de cuerpos. Cada uno estaba tendido y todavía con la ropa empapada. Su piel estaba descolorida, los labios torcidos por la agonía de un grito mortal. Turalyon cogió una antorcha de la pared y avanzó, aportando luz sobre los cadáveres. Su cara impasiblemente hermosa mostró preocupación.

“Fíjate en la precisión”, dijo, de pie ante un joven enano con la barba rojiza y llena de arena y algas. “Un disparo directo al corazón”.

Cringrís se unió al Paladín para observar ese cuerpo e inspeccionó con cuidado la flecha que le sobresalía del pecho. “Todos lo son. Un único disparo mortal. Marcas de plumas en las flechas aquí y aquí: se las han arrancado.”

“Este es el motivo por el que Shaw ordenó traerlos aquí” continuó Turalyon. Sus ojos permanecían fijos con el enano fallecido. Anduin nunca había visto al Paladín forjado por la guerra asustado. Pero no había miedo en los ojos de ese hombre. No miedo, sino rabia.

“¿Qué es lo que no veo?” preguntó Anduin, frunciendo el ceño.

“Flechas Zandalari”, respondió Turalyon. “Pero estas no son las tácticas Zandalari”

“¡No lo creo! Esto es un engaño…una estratagema oscura que todavía no comprendo. Cringris se movía con los labios curvados, como si el gruñido de un huargen pudiera emanar de su garganta en cualquier momento. “Hay pocos arqueros en el mundo que pueda hacer unos disparos como estos, mi rey. El único grupo que conozco son aliados de la infernal Reina Alma en Pena”

“¿Forestales Oscuras?” murmuró Anduin, mirando a los dos hombres. “¿Podemos estar seguros?”

“¿Seguros? No, pero he visto muchas de sus flechas en mi vida y el estilo coincide, al igual que la precisión”, Cringris resopló, caminando más rápido, como un lobo enjaulado y furioso.

“¿Qué podrían estar haciendo las forestales oscuras en Zandalar? Los Zandalari son los aliados de la Horda, y eso no los convierte en amigos de Sylvanas o sus forestales.” Anduin casi había puesto su mano sobre una de las botas de los soldados. Distraído, se había olvidado que estaban en presencia de los muertos. Pero ahora los miró más de cerca y sintió con fuerza una puñalada en el pecho. Por la Luz, todos eran tan terriblemente jóvenes

Se consoló con frialdad al pensar que al menos los soldados estaban en casa y protegidos en un santuario de la Luz.

“Podría ser una advertencia de Sylvanas. Quizás ha enviado a sus hombres a castigar a la nueva reina. La Dama Oscura todavía era la Jefe de Guerra en el momento en que firmaron la alianza, pero nuestros espías creen que la Reina Talanji ha retirado su apoyo y permanece en gran medida independiente. Ya sabemos lo bien que se toma Sylvanas la traición”, dijo Turalyon con gravedad.

Anduin asintió, considerando el punto de vista del paladín, pero Cringris tenía otras ideas y alzó las manos con frustración.

“Esta es nuestra oportunidad, Anduin, ¿no lo ves?” Allá dónde va Sylvanas, sus forestales la siguen. Ella puede estar cerca y estos asesinatos pueden ser su gran error. Deberíamos reunir todas las fuerzas disponibles y navegar al oeste. Ya sea que está aliada con los Zandalari o haciendo un movimiento en su contra, no importa; no debemos desperdiciar la oportunidad de terminar esto.”

Terminó de hablar con una nota rotunda a su tono ya galvanizado, pero Anduin no se movió. En cambio, miró a Turalyon, quién parecía no estar muy convencido. El paladín se movió con su pesada armadura dorada y una preocupación en sus cejas.

“Ahora es el tiempo de pensar, mi rey, no de actuar. Todavía hay espías sin reportar en el campo y no debemos olvidar el armisticio. Zandalar es un continente enorme, ciertamente, pero los habitantes son amigos de la Horda, no de la Reina Alma en Pena.” Puso su mano en su barbilla pensativa. “La Horda la quiere tan muerta como nosotros. El armisticio que firmaste no sirve de nada si no confiamos en la Horda para compartir información en este asunto”

“El armisticio”, siseó Cringris “No podemos confiar en la Horda para nada. ¿Cuántas veces tenemos que aprender esta lección, Anduin? Sabes que tengo razón”

Anduin lo sabía. No confiaba necesariamente en la Horda, pero sopesó sus acciones. Si sus palabras no fueran ciertas, lo habrían asesinado a él y a sus generales de la Alianza en las puertas de Orgrimmar antes o después del mak’gora.

Esperó un momento, esperando que Cringris se calmara, pero la cara del hombre se había puesto roja de furia y sus gruesos bigotes blancos estaban erizados.

“Genn…” Anduin apartó los ojos de su asesor y amigo, y en su lugar recorrió con la mirada los cuerpos que tenían ante ellos “La acción precipitada nos ha perjudicado más veces que la atención y la precaución. No voy a comprometerme demasiado en lo que podría ser un engaño.”

El Alto Exarca Turalyon asintió con la cabeza.

“Debemos preguntarnos: ¿Por qué iría Sylvanas a Zandalar? ¿Qué es lo que busca ahí?”

“¿Qué importa?”, exclamó Cringris. “Lo has dicho tú mismo, Turalyon. La reina Zandalari le juró lealtad a Sylvanas primero. Quizás esa lealtad sigue intacta. Quizás le ha dado la espalda a la Horda y aún ahora la mantiene escondida a ella y sus tropas.” Señaló a los espías caídos. “Quizás estos valientes fueron asesinados por descubrir la verdad.”

Anduin tenía un deber con la verdad, fuera cual fuera. Ambos hombres le habían dado opiniones que valoraba, pero no podía negar que Turalyon ofrecía la opción más tentadora.

“Me acuerdo, mis nobles amigos”, comenzó Anduin suavemente. “De un día no hace tanto tiempo y no tan lejos de aquí. Un lugar tranquilo en las Tierras Altas de Arathi. Una reunión que debía ser pacífica, un encuentro que debía reunir a las familias separadas por unas fuerzas que nunca podrían haber previsto…”

Suspiró, inclinándose hacia adelante, apoyando los nudillos en el borde de la losa de piedra. “Las familias humanas y renegadas se reunieron de buena fe, tratando de encontrar un terreno común y un amor común –y muchos lo hicieron. Por su confianza, sólo recibieron una muerte cruel”. Levantó la mirada hacia Cringris, que se había quedado piadosamente quieto, el rubor de su rosto estaba desapareciendo. “Doy a vuestras recomendaciones el mismo peso. Turalyon, toma a Alleria Brisaveloz e investiga estas muertes.

En pie de nuevo, Anduin presionó su mano sobre su corazón y viendo que Turalyon le miraba con una sonrisa. Él lo aprobó. “Te nombro Alto Comandante de las fuerzas de la Alianza. Tu tarea – tu única tarea – es encontrar a Sylvanas Brisaveloz para que podamos llevarla ante la justicia. Persíguela día y noche, usa los medios que necesites”

Turalyon inclinó la cabeza con gentileza, aceptando el honor y el cargo con humildad, “pongo mi corazón y mi espada a la causa”

 

Written by Dru

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