Tras la victoria definitiva y el restablecimiento de los elementos en Azeroth, Garrosh volvió a Orgrimmar exultante, dispuesto a emprender nuevos desafíos para la raza orca. Su voluntad era ley, y por fin había afianzado su poder de manera absoluta. Por tanto, no tardó en reunir al resto de los líderes de la Horda para informarles de la próxima acción bélica que llevaría a cabo: marcharía sobre el Fuerte del Norte y expulsaría por fin a los humanos de Durotar, sólo para usarlo como base sobre su verdadero objetivo, que no era otro que la Isla de Theramore, hogar de Jaina Valiente. Tanto Baine como Vol’jin se mostraron reacios frente a la decisión del Jefe de Guerra, pero Garrosh no les escuchó. La máquina se había puesto en marcha.
Tomar el Fuerte del Norte fue un juego de niños. Toda la Horda orca pasó por encima del emplazamiento humano y la marcha de Garrosh continúo con paso destructivo hasta alcanzar Theramore. El plan que desarrolló Grito Infernal era brillante. Sabía que Jaina había pedido ayuda al KirinTor para defender la ciudad, así que en cuanto pudo, el Jefe de Guerra se hizo con un espía dentro de la ciudad, el elfo de sangre Thelen Tejecanto. El mago dejó indefensa una parte de la ciudad a propósito, para propiciar que los agentes de Garrosh sabotearan las defensas aéreas de la ciudad, y para evitar también que sus habitantes pudieran escapar en caso de ser necesario. Luego, Garrosh retiró las tropas de la ciudad, para hacer creer a Jaina y su ejército que habían ganado la batalla. Pero nada más lejos de la realidad. Los elfos de sangre habían creado una bomba de maná, potenciada por el iris de enfoque que los agentes de la Horda habían robado a los miembros del Vuelo Azul, y fue lanzada sobre Theramore. El efecto fue devastador. Toda la ciudad quedó reducida a cenizas, y la mayoría de sus habitantes, muertos.
Triunfante, volvió a Durotar. Pero nada hacía sospechar al Jefe de Guerra lo que pasaría a continuación. VarianWrynn, contrariado porque la Horda le hizo perder su único puerto en Kalimdor, cruzó el Mar y desembarcó cerca del Fuerte del Norte junto a sus tropas. Pese a que a priori las fuerzas de la Horda pudieron contener el ataque humano, una nueva e inesperada enemiga hizo su aparición: Jaina Valiente, que había sobrevivido al ataque de Theramore, valiéndose de un poder mágico nunca visto antes en ella, convocó a cientos de elementales de agua con los que hizo frente a las fuerzas orcas y pudo reconquistar el Fuerte del Norte, para consternación y rabia de Garrosh. La venganza de Jaina se hizo patente.
Tiempo más tarde, cuando Garrosh tuvo noticias de que la Alianza había descubierto un nuevo continente en Azeroth, llamado Pandaria, encomendó al general Nazgrim que conquistara el territorio para él, pues esa nueva tierra rebosaba de los recursos que hacían falta para la Horda.
Tras dos meses de su asentamiento en Pandaria, Garrosh viajó allí personalmente. Nada más llegar a las costas de Krasarang, ordenó que todo miembro de la Alianza fuera expulsado de esa zona. Mantuvo otra disputa con Vol’jin en su nueva base del Punto de Dominio. Hastiado, Garrosh no permitió que el trol volviera a cuestionarle, y comandó secretamente su asesinato, enmascarándolo en una misión junto a la Guardia Kor’kron y un grupo de tres héroes de la Horda. Sin embargo, el atentado fue fallido, gracias a la intervención de los tres héroes, y el Cazador de Sombras declaró la Ley Marcial en las Islas del Eco para liberarlas de la presencia de los guardias de Garrosh. Thrall se reunió con su amigo Vol’jin, para ayudarle, y se hizo cargo del liderazgo de las islas en su ausencia. Los aventureros fueron ordenados de llevarle la noticia de la muerte de Vol’jin a Garrosh, y permanecer cerca de su círculo de confianza, para observar si había algún miembro de la Horda que también estuviera descontento con el Jefe de Guerra. Si descubrían eso, quizás podrían levantarse en armas contra Garrosh y evitar que destrozara lo poco que quedaba de la Horda original. La Rebelión Lanza Negra estaba cerca…
Durante su estancia en Pandaria, Garrosh viajó al Santuario de las Dos Lunas junto a Malkorok, su guardaespaldas, Ishi, un maestro de las espadas Mag’har muy valorado por él, y Lor’themar Theron, líder de los elfos de sangre. Allí, de boca de Malkorok, supo más de la historia del imperio mogu, sus costumbres y su extraña tecnología mágica. Garrosh quedó fascinado con la posibilidad de los mogu de crear nuevos guerreros de la nada, y la posibilidad de potenciarlos en combate. Por ello, envió una expedición al Alto Ancestral, comandada por Fanlyr Espinaplata, un mago elfo de sangre perteneciente a los Atracasol y al Relicario, para obtener información más concreta sobre los artefactos mogu. A su vuelta, Garrosh se mostró exultante con sus averiguaciones. La obsesión de Garrosh tenía ahora nombre propio, que sería el que le llevaría a la condenación: la Campana Divina.
Este artefacto, creado por los tejechizos Korune, fue la más brillante invención de los magos bajo el mandato del Rey del Trueno. El sonido de la campana enardecía el corazón de las tropas en batalla y las llenaba de rabia y odio, otorgándoles una fuerza de combate arrolladora. El tañido de la Campana Divina encogía el corazón de los enemigos de miedo y duda, y huían del combate como alimañas. Cualquier objeto que provocaba eso en una guerra, tenía que ser formidable. Y por supuesto, Garrosh quería que fuese suya.
Un contingente de elfos de sangre comandados por Lor’themar viajaron a Mogujia, donde el poder de los mogu les provocó numerosas bajas. Garrosh recriminó a Theron la debilidad de sus hombres, y éste al Jefe de Guerra que sólo usase a los elfos de sangre como carne de cañón, cosa que sin duda no gustó a Garrosh. Lor’themar empezaba a dudar de las decisiones de Grito Infernal. Vol’jin había ganado un nuevo aliado.
Contrariado con el líder de los elfos de sangre, Garrosh mismo derrotó a ShanKien, el líder mogu, en el Valle de los Emperadores. Cuando estaba a punto de cercenarle la cabeza, Fanlyr apareció y le sugirió al Jefe de Guerra que lo dejase vivir. Si eran capaces de interrogarle, posibemente ShanKien mejor que nadie les diría lo que necesitasen saber sobre la Campana Divina, así como su paradero. A regañadientes, Garrosh aceptó, no sin antes recordarle que si fracasaba, su cabeza adornaría los muros de Orgrimmar.
Por suerte para Fanlyr, Baine Pezuña de Sangre, líder tauren, había aprendido de los pandaren un brebaje que podía acceder a los recuerdos de los individuos. Así pues, pudieron entrar en los recuerdos de ShanKien, permitiéndoles conocer la ubicación actual de la Campana Divina. Fue el mismo Baine el que advirtió de los poderes corruptores del sha que se alojaban en la Campana a Garrosh y Lor’themar en su enfrentamiento en el Avance Garrosh’ar. Sin embargo, Garrosh hizo caso omiso a las recomendaciones del tauren, y zanjó la discusión diciendo que la Horda usaría ese poder antiguo, bajo el precio que tuviese. Lor’themar se retiró a Lunargenta contrariado, y se planteó el hecho de retomar viejas alianzas…
Garrosh marchó contra el paradero de la Campana Divina, pero antes de que la Horda pudiese hacerse con ella, los elfos de la noche de Tyrande se adelantaron y la llevaron a Darnassus gracias a un portal. Enfurecido, el Jefe de Guerra ordenó a Fanlyr que la recuperara costase lo que costase. El mago consiguió escabullirse en la capital kaldorei gracias a los poderes de los Atracasol de Dalaran y se hizo por fin con el artefacto. Cuando Jaina Valiente, actual regente del KirinTor y Dalaran, descubrió el robo y la traición de los Atracasol, apresó a Aethas Atracasol, líder de los Atracasol, y ordenó una purga de todos los elfos de sangre presentes en Dalaran. Aethas pudo escapar a Lunargenta gracias a la ayuda del Gran Magister Rommath, donde una vez más, Lor’themar se mostró furioso por las acciones de Garrosh, que destruyeron la relación del KirinTor y los elfos de sangre.
Como colofón a su gran campaña en Pandaria, Garrosh Grito Infernal reunió a todas sus tropas en el Tramo del Emperador, y les mostró su tesoro: la Campana Divina. Insufló valor a todas sus tropas, y les habló del futuro prometedor de la Horda gracias al artefacto. Y para que pudieran verlo por sí mismos, Garrosh hizo sonar la campana. Inmediatamente sus guardias Kor’kron fueron mutando, influenciados por el poder de la Campana, y se convirtieron en engendros del sha. Sin embargo, ni el propio Jefe de Guerra esperó lo que ocurrió a continuación.
Anduin Wrynn, el príncipe de Ventormenta, hizo su aparición en el Tramo del Emperador y advirtió a Garrosh que no volviera a usar la campana. Pero Grito Infernal se rió de sus temores y volvió a usar la campana, esta vez sobre su campeón Ishi, el maestro de las espadas, que también mutó por los efectos del sha, y se enfrentó a la escolta de Anduin, mientras el propio Garrosh se enfrentaba a Anduin. Entonces, el joven príncipe de Ventormenta descubrió su as bajo la manga: la Marra Armónica. Era un artefacto creado por los pandaren para inutilizar los poderes de la Campana. Allí donde la Campana Divina lo llenaba todo de caos y odio, la Marra Armónica lo convertía en orden y armonía. Y así lo hizo.
Anduin hizo sonar la Campana Divina con la Marra Armónica, y transformó todo el caos en orden. El sonido de la Campana aturdió al propio Garrosh, y el sonido penetraba en sus oídos como cuchillos. Sólo quería que esa tortura acabase, y de un golpe destrozó la Campana, que se rompió hecha escombros… que cayeron sobre Anduin, pulverizando sus huesos. Garrosh sonrió, creyéndole muerto, y se marchó con sus tropas, pensando divertido en el sufrimiento que la muerte de su hijo provocaría en Varian Wrynn. Disfrutaba perversamente con la imagen de su enemigo destrozado. Y todo gracias a él.
La Campana Divina ya no podía usarse. No importaba. Garrosh Grito Infernal estaba dispuesto a encontrar una manera de dominar la energía del sha y volverse más poderoso. Se lo debía a su padre, Gromm. Era su destino. Por el peso de la sangre.