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Con G de Warcraft: Un Nuevo Poder

Las consecuencias de la Tercera Guerra fueron enormes y a nivel global: Lordaeron, Dalaran y Quel’thalas -tres reinos de la Alianza- habían sucumbido ante la fuerza de la Plaga; la Horda orca se había instalado en el nuevo continente de Kalimdor; se había descubierto la raza de los Elfos de la Noche y la de los demonios de la Legión; por último, los no-muertos habían aparecido y continuaban representando una seria amenaza para todos los vivos. Todos estos sucesos -y otros que analizaremos a continuación- crean una reorganización política que deja Azeroth tal y como nos lo encontramos en World of Warcraft original.

En esta ocasión veremos cómo hay una lucha interna por el dominio del territorio de Lordaeron y el papel que Illidan Tempestira juega en todo esto, no pudiendo explicar lo que ocurrió sin antes hablar un poco de este personaje.

El Alzamiento de los Naga

Desterrado de su raza por su propio hermano, Illidan Tempestira encontró un nuevo objetivo en su vida al ser encontrado por el señor de la Legión, Kil’jaeden. El astuto demonio comprendió que el semielfo tenía gran potencial y le encargó la destrucción de Ner’zhul, pues se había sublevado en su contra. Illidan sabía que por si solo no lograría atravesar las filas de los no-muertos, llegar a Corona de Hielo y destruir el Trono Helado. También era consciente que algunos de entre su raza irían en su búsqueda para capturarle, en especial Maiev Cantosombrío. Iba a necesitar un ejército si quería tener éxito en esta misión.

De entre las profundidades del mar, Illidan despertó a los Nagas, una raza humanoide de serpientes marinas. En el pasado, estos Nagas habían sido tan Elfos de la Noche como él; eran los Altonato, la nobleza de su sociedad, los seguidores de la reina Azshara; aquellos que habían caído al mar cuándo el Pozo hizo explosión y se entregaron voluntariamente a fuerzas oscuras y antiguas para sobrevivir.

No todos los Naga siguieron a Illidan, muchos se quedaron en el océano y continuaron obedeciendo a su reina. Pero aun así, Illidan consiguió el ejército que quería. Estas criaturas sentían un profundo odio contra los Elfos de la Noche, por lo que la orden de destruir sus poblados costeros debió de gustarles. El Traidor tenía pensado partir mar adentro y no quería ser seguido: los pueblos fueron atacados, pero el verdadero objetivo fueron siempre los barcos.

Cazando la presaA pesar de todo, la tenaz Maiev y su grupo de Guardianas lograron hacerse con tres de los barcos a tiempo y les siguieron hacia unas islas que no aparecían en los mapas. Maiev reconoció las ruinas como las de la antigua capital de su raza, Suramar. Las islas habían resurgido no hacía mucho de las profundidades del mar gracias a la poderosa magia del brujo orco Gul’dan, ya que en su interior albergaban el poder del titán caído, Sargeras. Illidan, al hacerse con la calavera del brujo, recibió sus recuerdos, y de esta manera supo que ese poder se encontraba allí.

Las Guardianas no llegaron a tiempo y el Traidor se hizo con el Ojo de Sargeras. La tumba de Sargeras se convirtió también en la tumba de un gran número de Elfas de la Noche, aunque Maiev logró escapar. Con sus fuerzas tan reducidas, decidió solicitar ayuda, aunque no esperaba que el propio Malfurion, y también Tyrande, se presentaran. Tampoco lo esperaba Illidan, quién tuvo que retirarse; de todas formas, el artefacto ya estaba en su poder.El grupo lo persiguió hasta Lordaeron, dónde se encontraron con un grupo de Altos Elfos, liderados por el mismo Kael’thas.

Ofreciendo su ayuda a los renombrados Elfos de Sangre, Tyrande esperaba recibir su apoyo en la futura batalla contra Illidan. Y así fue: ambos grupos de Elfos se enfrentaron juntos a los que una vez habían sido como ellos, los Naga, y a su señor, Illidan, en las ruinas de Dalaran, el lugar en el que se había establecido el semielfo para realizar un ritual. El Traidor fue capturado y con ello Ner’zhul se salvó, ya que el ritual debía destruir el Trono Helado desde esa distancia. Sin embargo, Illidan se libró de la muerte cuándo Malfurión le perdonó la vida, en respuesta a que él salvó la de Tyrande. Ese perdón no se extendía a readmitirle en su sociedad, por lo que el Elfo de la Noche decidió marcharse a otro planeta. En su ausencia, los Nagas que le seguían vagaron presuntamente libres por el mundo.

La Resistencia Humana

Tras la segunda invasión de los muertos vivientes y la caída de la capital y de Uther el Iluminado, el resto de la Orden de la Mano de Plata se había configurado como la comandante de las fuerzas de la resistencia. Bajo el mando de un nuevo líder, Alexandros Mograine, la orden hizo grandes progresos por todo el reino de Lordaeron. Paralelamente, la Alianza de humanos, enanos y elfos continuaba viva tras ser escogido un nuevo líder de la misma, el general humano conocido como Garithos. Siempre teniendo en cuenta que el grueso de las fuerzas de los muertos vivientes habían partido junto a los demonios rumbo Kalimdor, la Alianza lo tuvo más fácil para ofrecer una seria resistencia y recuperar terreno.

Una vez que sus asuntos con los Elfos de la Noche terminaron, Kael’thas se apresuró para reunirse con Garithos. El humano solo tenía aprecio por la raza humana, pero se encontraban luchando contra un enemigo común y la ayuda de los elfos podría ser útil, aunque solo fuera un poco.Lady Vashj Sin embargo, les reservaba siempre tareas secundarias, alejadas del frente de batalla. Tras la marcha de Illidan, los Nagas y los Elfos de la Noche, la Alianza reconquistó Dalaran, pero pronto se descubrió que los no-muertos se agrupaban para recuperarla.

Garithos abandonó a los Elfos de Sangre, dejándolos sin apoyo de humanos o enanos, para que defendieran las ruinas. Kael’thas se vió superado y aceptó por segunda vez la ayuda de Lady Vash y los Naga, quienes estaban encantados de ayudarles, recordando un pasado común como nobles de la reina Azshara. Esta decisión conllevó que el general les acusara de traidores y los sentenciara a la muerte. Escapar de las celdas no sería suficiente, pues las fuerzas restantes de la Alianza les superaban de diez a uno; fueran dónde fueran, les darían caza. La única solución era marcharse a través del Portal que se encontraba en los más alto de Dalaran, un portal que conectaba con Draenor y que había sido abierto por Kel’thuzad en el transcurso de la Tercera Guerra. La pérdida de los Elfos de Sangre fue sin duda un duro golpe para las fuerzas de la Alianza, pero no por ello desistieron en su misión de expulsar a los no-muertos de Lordaeron.

El Príncipe Maldito Arthas regresaba después de algunos meses desde Kalimdor, tras encontrarse con Illidan Tempestira y convencerle de que robara la Calavera de Gul’dan. Tal y como Archimonde había ordenado a su llegada a Azeroth, los Señores del Terror fueron ascendidos a líderes de la Plaga. Ajenos a la derrota de la Legión en el Monte Hyjal, Varimathras, Detheroc y Balnazzar, continuaron cumpliendo con la última orden que habían recibido sus superiores, al menos hasta que Arthas los expulsó.

Autoproclamándose rey, por estar muerto su padre, se interesó por asesinar a todos los humanos que continuaran habitando en lo que él consideraba su reino. Así se encontró con la Mano de Plata, que defendía como siempre lo había hecho, a los inocentes. Pero, si en un inicio no habían podido hacer nada para evitar la destrucción de Lordaeron, ahora no iba a ser diferente. De todas formas, los restantes se habían agrupado en las tierras más orientales del reino.

La Guerra Civil de Lordaeron

Por otro lado, el reinado de Arthas fue breve, ya que los Señores del Terror se hicieron con la capital y le obligaron a huir. Debido a una brecha, Ner’zhul estaba perdiendo poder y muchos no-muertos se estaban escapando de su control; como es de esperar, los demonios los reclutaron para sus fines. El campeón de la plaga no pudo quedarse para reconquistar su reino, ya que se le necesitaba en Rasganorte. Kel’thuzad quedó al cargo de cumplir esa tarea, pero no lo iba a tener fácil. Sylvannas había escapado del control mental de Ner’zhul y había empezado una revuelta; por el otro lado, los Señores del Terror representaban la fuerza principal de Lordaeron. En comparación, las fuerzas de Kel’thuzad eran las más débiles y fueron apartadas de la Guerra Civil que se llevó a cabo entre las otras dos.

Sylvanas con VarimathrasAunque la alma en pena Sylvannas Brisaveloz apoyó la revuelta de los Señores del Terror, en un intento de matar definitivamente a Arthas, no tenía ningún interés en aliarse completamente con los demonios, y así se lo hizo saber. Si no estaba con ellos, estaba en su contra. Varimathras pronto se lanzó contra su base, con unas fuerzas mayores y superiores. No obstante, la inteligencia de Sylvannas equilibraron la balanza a su favor. Derrotado, Varimathras le juró lealtad para salvar la vida y Sylvannas lo perdonó.

El segundo de los Señores del Terror, Detheroc, poseyó a Garithos mentalmente. Gracias a eso, las fuerzas restantes de la Alianza se aliaron con las propias del Señor del Terror en una muy bien defendida base. Nuevamente, la habilidad estratégica de la antigua General de los Altos Elfos le proporcionó la victoria. Detheroc fue derrotado y Garithos liberado del hechizo. Viendo a sus fuerzas tan mermadas después del asalto, firmó una alianza con Sylvannas muy a su pesar. La Reina Alma en Pena le ofrecía Lordaeron capital a cambio de su ayuda, algo que solo nunca podría conseguir.

Ciertamente, Lordaeron capital no iba a ser una presa fácil: era el nuevo hogar del más poderoso de los tres Señores del Terror, Balnazzar. Aunque rodeado, el demonio seguía teniendo las fuerzas suficientes para resistir. De igual manera que sus dos hermanos habían poseído un mayor número de tropas y habían fracasado, también lo hizo Balnazzar. Varimathras lo asesinó, y luego mató a Garithos. Sylvannas se adueñó así de la capital y terminó ganando la guerra civil. Todavía quedaba la oposición de Kel’thuzad, y de la Mano de Plata/Cruzados, pero en principio, se había convertido en la fuerza más poderosa de Lordaeron. Fue Sylvannas la que escogió el nombre de Renegados para los suyos, pues no pertenecían a ningún lugar y todos parecían querer acabar con ellos.

Corona de Hielo en peligro

Una vez localizaron a Illidan Tempestira y lo rescataron de las garras de Maiev Cantosombrío y sus Guardianas, eliminándolas a todas y capturándola a ella, Kael’thas Caminante del Sol juró lealtad al semielfo, ya que su gente era adicta a la magia e Illidan iba a proporcionársela en gran cantidad. Los planes de Illidan para con Terrallande eran los de ocultarse tras el fracaso en su misión de destruir el Trono Helado. La Legión no aceptaba el fracaso, así que Kil’jaeden iría a por él en cualquier momento. Sin embargo, quedarse en Terrallande no era suficiente, iba a ser más divertido si se convertían en sus dueños.

Señor de TerrallandeEn ese momento, el señor de ese mundo devastado era un Señor del Foso con unos poderes similares a los de Mannoroth. Había esclavizado a los orcos restantes y también a muchos demonios. Fue necesario primero evitar la llegada de refuerzos a través de los Portales de Ner’zhul antes de atacar frontalmente el Templo Oscuro. Derrotado Magtheridon, los orcos viles juraron lealtad al nuevo señor de Terrallande. sin embargo, Kil’jaeden les encontró y, sorprendentemente, ofreció una segunda oportunidad al semielfo para que cumpliera con su misión. Sin nuevos trucos en la manga, Illidan optó por un ataque directo al corazón de Rasganorte.

Este ataque por sorpresa pilló desprevenido a Ner’zhul y tuvo que llamar apresuradamente a su Campeón, Arthas, para que viniera a defenderle. Naturalmente, Arthas tardó un tiempo en alcanzar las costas de Rasganorte, y para entonces el enemigo ya había avanzado tierra adentro. Siguiéndoles nunca íban a alcanzarles a tiempo. Por suerte, Anub’arak conocía un camino mucho más rápido; después de despejar la costa, se adentraron por las profundidades de la tierra. Esto les permitió llegar a la par que los ejércitos conjuntos de Elfos de Sangre y Nagas.

A las puertas de la Ciudadela caía derrotado Illidan. Arthas escaló el Glaciar hasta lo más alto, hasta el Trono Helado. Ner’zhul le ordenó colocarse el casco y de esta forma se fusionaron. La mente de Ner’zhul, atrapada en el casco, penetró en la cabeza de Arthas. El orco esperaba así obtener un nuevo cuerpo, ya que el suyo había sido destruido. Por otro lado, Arthas deseaba ser el que tomara las decisiones. A partir de ese momento y durante cinco años, el nuevo Rey Exánime permaneció en hibernación y sus tropas no se movieron.

En cuanto al ejército perdedor, se retiró nuevamente a Terrallande, preparándose para recibir la visita de las tropas de Kil’jaeden, como respuesta a su fracaso. Illidan enloqueció por la derrota y llegó a creer que había matado a Arthas. Kael’thas, por su parte, poco a poco fue perdiendo la fe en su señor, algo de lo que el astuto Kil’jaeden supo sacar provecho. Pero antes de que eso ocurriera, estableció un nuevo hogar para su gente en ese planeta y envió a algunos elfos a Quel’thalas, para informarles de qué podían reunirse con ellos y abandonar sus antiguas tierras.

 

Written by Blosc

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